Lágrimas, el lenguaje mudo de las penas
Una travesía insólita por tierra, mar y aire
600 familias huyeron hace 33 años a BCS

1ª. de TRES PARTES.

A Jorge y Ricardo… por su valentía y coraje.

Jorge VALDEZ REYCEN

Olga lloró desconsoladamente. Más de una década de cuidarlo como su hijo; de mirarlo reír, llorar, cobijarlo en su generoso hogar. Y una mañana verlo partir, sin sentir nada, ni soportar su ausencia, era la agonía para sus entristecidos ojos. Horas de lágrimas y recuerdos de aquel adolescente y universitario que le sacó canas verdes explotaron en su pecho. La despedida era dolorosa, pero ni una lágrima enjugó… el ahogarse en ellas fue a las horas siguientes.
De Puebla a Los Cabos, en “su consentida” y muy cuidada Jeep “Compass”, era la ruta para atemperar una despedida dura, difícil, sentida, nostálgica y sentimental.
Devorar cientos de kilómetros, es lo que sigue. Silencios largos, música, música y más música. Desde Cholula a San Martín Texmelucan, en la vía “Arco Norte”, pasamos la “ruta del Huachicol” mientras tres fumarolas del “Popo”, grises, impresionantes, nos despiden… La gruesa “nata” de smog negruzco se convierte en paisaje ante nuestra vista, son partículas de ozono suspendidas con carbono, o veneno mortal que inhalan diaria y progresivamente los que viven en ese Valle de México o Valle de la Muerte.
La sacamos la vuelta. Por Pachuca hacia Atlacomulco, la cuna del poderoso grupo político mexiquense. Inmensas columnas de humo dibujan Tula de Hidalgo. Obras de reparación provocan filas de hasta 10 kilómetros. No eran bloqueos de maestros, lo bueno. Michoacán y sus mil cumbres, exuberantes bosques nos recibió con olor a pino. El lago de Pátzcuaro, a niveles bajísimos. Sufre el ecosistema los cambios climáticos… o mejor dicho, sin eufemismos: se seca el lago.
Morelia, adiós, otra vez será… Voy con mi hijo a “Güanatos”, como decimos a la Perla Tapatía. Primera parada… a comer al mercado “Corona”, donde las calandrias se motorizaron y uno que otro caballo se niega a abandonar la tradición de pasear los alrededores del zócalo.
Una mujer tapatía, entrada en años, deplora los niveles altísimos de violencia. “Ya no es lo mismo”, les dice a los turistas nativos de Acapulco. Mientras apura grandes sorbos de agua, su mirada se pierde entre la avenida Madero y la Rotonda de los Jaliscienses ilustres. Su queja es la constante de los tapatíos que viven meses en el sobresalto de las ejecuciones, balaceras y hallazgos macabros.
En el Teatro Santos Degollado un homenaje al “Mariachi”, mientras a unos pasos la marcha feminista llega al quiosco con pancartas verdes y rosas fosforescentes. “Ni una más”, gritan a coro las tapatías pintadas de negro, con paliacates. A la misma hora, en la CDMX estallaba la violencia en precisión casi cronométrica. Una ventisca con granizo nos obliga a regresar al hotel y esperar la salida a Mazatlán.
Tequila, Jalisco, con sus agaves azules sembrados en todos lados, nos dicen adiós. A donde voltearas la mirada allí estaban, afilados en sus puntas esos magueyes. A Tepic… a buscar un Vip’s.
Pueblo grandote, de calles abandonadas en sus ruinas. Calor seco. Paso obligado por la Sierra Madre Occidental. Otras seis horas hasta Mazatlán… música, música y más música. Cientos de motociclistas realizan una rodada a Puerto Vallarta… van a Nueva Vallarta. Se refugian bajo árboles del sol quemante. Los de avanzada nos rebasan a 150 km/h… Van contentos.
Mazatlán la segunda parada. A comer en los muelles turísticos para ir a la isla… se ve a lo lejos. Catamaranes van de ida y vuelta. Cientos de autobuses turísticos son llevados fuera de esa área. El mercado luce como romería. No veo el mar, una larguísima barda de la Administradora Portuaria impide la vista. Las camionetas de pasajeros llevan bocinas donde la música de banda y corridos se escuchan a altísimos decibeles…
La noche mazatleca fue de conversaciones, de definiciones, de abrir el pecho y sacarlo todo… Lo sacamos todo, hasta llorar. Mis esfínteres fueron superados…
De Mazatlán a Topolobampo… la siguiente conquista.
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.