Ubicado en el ejido de Zicapa municipio de Copalillo, se encuentra el Santuario de la Guacamaya Verde, una reserva natural que cuenta con más de 900 hectáreas, y que esconde entre sus cerros y peñascos decenas (seguramente centenares) de ejemplares de esta especie maravillosa.

Cuando me hicieron la invitación a vivir esta experiencia lo primero que pensé fue: ¿En realidad tenemos un santuario de estas aves en Guerrero? En ese momento las ganas de poder verlas (y posiblemente grabarlas y fotografiarlas) en su hábitat natural empezó a ser un sentimiento recurrente.

Decidí emprender la aventura hacia la Zona Norte de Guerrero, aunque tenía un importante reto por delante. Si bien mi trabajo es dar a conocer estas experiencias a través de videos, la fotografía no es mi especialidad (y menos de este tipo de aves) razón suficiente para hacerme acompañar de quien si lo sabe hacer, mi buen amigo Paul Ávila a quien aprecio y admiro.

Llegamos a Zicapa, el recibimiento por parte del comisariado ejidal, (responsables del santuario y guías del mismo) fue bastante cálido. Acordamos nuestro itinerario del día siguiente y fuimos a descansar con la consigna de que, dependíamos enteramente de las circunstancias y de la madre naturaleza para poder observar y en el mejor de los casos fotografiar a las Guacamayas.

A las 06:00 de la mañana íbamos ya camino al mirador, este se encuentra 3 kilómetros cerro adentro, llegamos caminado y diré que el trayecto es relativamente sencillo.

El mirador es en sí un conjunto de rocas que penden de la orilla de uno de los cerros adaptadas con gradas y barandales para un acceso óptimo, frente a este punto se abre camino una pequeña barranca. Una vez que llegamos ahí tomamos nuestros lugares y nos dispusimos a esperar.

Nuestros guías nos mencionaron que las guacamayas entran a la barranca entre las 09:00 y 10:00 horas a tomar agua, eran las 08:30 cuando nosotros ya estábamos instalados.

Cerca de las 08:45 de la mañana, Pepe Meza uno de nuestros guías nos indica con gran emoción: “Ahí viene una, ahí viene una”, la cámara de Paul estaba lista y yo un poco entorpecido por la emoción trataba de tener los ojos bien abiertos.

Efectivamente a unos 100 metros de nuestro punto de apoyo la primera Guacamaya del día apareció frente a nosotros emitiendo un sonido difícil de ignorar. A golpe de vista les puedo asegurar que son más azules que verdes, su combinación luce en el paisaje, vibrante, escandalosa, los colores más vividos que jamás haya visto entre los cerros de mi estado.

Me quedé perplejo abrumado con tanta belleza, Paul no paraba de disparar en ráfaga su cámara, su lente, aunque era de buen alcance, se quedaba muy corto ante la distancia y velocidad a la que vuelan estas aves, sin embargo, a este punto nos encontrábamos ya más que satisfechos.

Seguimos esperando que aparecieran más y así fue, la madre naturaleza nos dio su permiso para deleitarnos, venían unas tras otras, pero lo que realmente nos sorprendió fue una pareja de Guacamayas que literalmente vinieron hacia nosotros, se posaron por algunos minutos en los árboles que estaban en frente y fue ahí donde Paul no falló, asestó un disparo de su cámara que quedará para siempre en nuestros recuerdos. Su expresión fue: “Ya las tenemos”.

Brutal, no hay otra forma de expresarlo, logramos ver en ese momento a unas 25 guacamayas que entraban por el mirador y descendían a la barranca, al poco tiempo volvían por donde y salían de nuestra vista.

No conformes con eso, planteamos a nuestros guías la posibilidad de ir al día siguiente a la barranca, y así fue. En punto de las 07:00 horas nos enfilamos cerro abajo hasta llegar al punto donde llegan estas aves y como si de una cita con la naturaleza se tratase, ahí estaban puntualmente frente a nosotros una vez más.

No podía ser mejor nuestra oportunidad para apreciarlas más de cerca, a escasos 25 metros posaban como si supiesen a lo que fuimos, volaban en ese pequeño espacio, y parecía, por los sonidos que emitían, que se encontraban gustosas, disfrutando de su santuario.

En esta segunda oportunidad no estuvimos más de 30 minutos en la barranca, nuestra lógica era simple, lo hemos logrado y teníamos que agradecer y ser prudentes por ello. Nos devolvimos a la comunidad más que complacidos.

La felicidad por la experiencia era evidente entre todos los que participamos, Pepe, Gerardo, Luis, Don Pedro, Don Pablo y Don Amadeo, Paul y su servidor, compartimos un momento que jamás se nos habrá de olvidar.

Les comparto las imágenes que Paul logró capturar, esperando que puedan permitirse admirar a estos majestuosos seres vivos. Si quieres vivir una experiencia como esta, búscame en mis redes sociales y te pongo en contacto con ellos.

Un texto de Javier Borgúa, con imágenes de Paul Ávila