Jorge VALDEZ REYCEN

  • AMLO está en la cúspide del poder
  • Oposición se desgrana como mazorca
  • La Sucesión: un laboratorio inédito

Cuando un presidente de la República entra a su quinto año de gestión, es normal la interpretación de que llega al ocaso y su futuro ya es predecible: el final. Andrés Manuel López Obrador lo sabe y tal parece que está en la cúspide, como si su asunción a la primera magistratura del poder presidencial haya sido ayer y no hace un lustro.

Tan lo sabe, que lo festeja en una multitudinaria –y envidiable por sus opositores— concentración, donde preconiza la permanencia de una Cuarta Transformación en la vida pública nacional –al margen de la violencia galopante, desbordada y muy dolorosa cifra de muertes—.

Al mismo tiempo, descansa su filosofía de gobierno en la lucha de clases, cuyo eje central es el pueblo. Éste arropa, manda, guía, premia y festeja la autenticidad de un presidente absoluta y completamente mediático, como nadie del pasado reciente en 60 años.

AMLO esbozó en el zócalo el final de su sexenio y saboreó la miel como ninguno otro lo ha hecho casi en los linderos de su partida al ostracismo o, como él lo ha dicho, a su jubilación anunciada.

Los saldos del sexenio aún no están en la lupa, pero se advierten. Una popularidad real, acrisolada, polarizada, sí, pero innegable. Una sucesión adelantadísima, impactó en el estado anímico de una oposición desdibujada, sin brújula, carente de discurso y acción organizada, cohesionada. No.

El presidente más mediático de todos los tiempos enfrentó a los medios, provocó el ahondamiento de la crisis de credibilidad de consorcios empresariales-mediáticos, ligados al gran capital, para incidir en segmentos sociales medianamente informados y con capacidad reactiva. Además, AMLO se cobró viejas afrentas, ofensas, insultos y conspiraciones en campañas pasadas.

López Obrador tuvo una tarde dominical redonda, y la sonrisa no se la quita nada ni nadie.

En contraste, en las filas de los partidos opositores al régimen obradorista, son la viva imagen de la derrota anunciada. La mazorca se desgrana con defecciones, abandono de aspiraciones, desazón combinada con frustración y amargura. Ese efecto fue calculado por quien empujó un laboratorio político-electoral inédito en México, con el “destape” de 4 figuras emergentes de su gabinete y dos opciones que le den una dosis de pluralidad al escenario.

Una sucesión donde la oposición cuente con nin-gu-na  posibilidad de interrumpir un segundo sexenio del postobradorismo, donde la continuidad a los preceptos del no mentir, no robar y no traicionar sigan incólumes. Es decir: AMLO gana-gana, es un sí o sí de una llamada Cuarta Transformación cuyos frutos están en proceso de maduración… están verdes o sazones.

No echemos campanas a vuelo. AMLO divide: simpatizantes u odiadores. No hay MEDIAS TINTAS.

Crea expectativas en ese ejercicio donde los márgenes de error-acierto se estrechan o se reducen en el cálculo aritmético de sumar, sumar y no restar.

AMLO da lecciones de ciencia política, con toques del antes de la llegada de los neoliberales encubiertos, por un populismo –así criticado por ellos— que sedujo, enamoró y conquistó esa esperanza perdida en la crisis de credibilidad y confianza de otros regímenes en franco proceso de olvido o, si bien lo considera usted, en mera referencia comparativa de amargas experiencias en el abuso excesivo del poder.

En la polarización existente, muchos no estaremos exentos de la burla, descrédito o difamaciones. Empero, debe imperar el respeto al libre pensamiento, sin sojuzgamiento a nadie. Mi libertad de expresar mis ideas, son exactamente iguales a las tuyas. Entonces, analiza y crea una opinión razonada, meditada, sin complejos ni amarguras.

Me quedo con esa imagen cuando AMLO lanza una frase-proclama y más de 200 mil responden: PUEBLO. Eso fue lo mejor…

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS. (45 años haciendo periodismo).