POR R. SALGADO LEYVA

   Revelación impactante fue la difundida por un canal de televisión a través del  programa conducido por Joaquín López Dóriga al entrevistar a reconocido académico mexicano, quien afirmó que el frecuente e inmoderado uso o utilización de los llamados teléfonos celulares ha incidido poderosamente en la afectación de las emociones y en la inteligencia de los seres humanos.

   Ha resultado impresionante la información, que cita que en Suecia, después de amplias investigaciones científicas y pedagógicas, han determinado la prohibición de usar los teléfonos celulares en las aulas escolares, ante la alarmante demostración de que los niveles de inteligencia de los estudiantes han disminuido considerablemente, debido a los estragos que han venido ocasionando a las emociones, al obstruirlas y limitarlas, y en algunos casos hasta ocasionando su pérdida.

   Es decir, que el uso excesivo e inmoderado del teléfono celular está atomizando y acabando con las emociones del ser humano y, en consecuencia, lastimando sensiblemente los niveles del coeficiente intelectual (CI), ya que en la medida que el niño o el joven prolongan desmedidamente su entretenimiento en el celular, ya no se brindan espacios para la manifestación de las emociones, las que convertidas  en omisión absoluta ocasionan que la inteligencia no se desarrolle adecuadamente y que en consecuencia se esté conduciendo a varias generaciones hacia la mediocridad.

   El desarrollo y la adecuada manifestación de las emociones, conducirán siempre a buenos resultados en la capacidad de nuestra inteligencia.

   Las emociones son las reacciones psicofisiológicas que representan los modos de adaptación a ciertos estímulos: ante un objeto, una persona, un suceso o un recuerdo. En tanto la inteligencia es una capacidad mental que implica la habilidad de razonar, planear, resolver problemas, comprender ideas, aprender rápidamente y aprender de la experiencia. Del buen desarrollo de unas dependen la calidad de la otra.

     Varios especialistas en la materia han definido hasta 27 emociones; pero han clasificado en 5 y hasta en 7 las de carácter básico.

   El miedo, la tristeza, la alegría, la rabia o la ira y el asco están dentro de las primeras; sin embargo, hay quienes agregan la sorpresa y el enfado.

   Se ha demostrado fehacientemente que las emociones tienen un impacto poderosamente importante en el cerebro y que guardan una relación muy específica en el organismo:

·      La alegría——con el corazón

·      La tristeza—–con los pulmones

·      El miedo——-con los riñones

·      La ira———– con el hígado

·      La preocupación o el enfado con el páncreas y el bazo

    Se ha confirmado, además, que la alegría y la felicidad liberan hormonas que están encargadas del cuidado y fortalecimiento del sistema inmunológico. A su vez la tristeza produce fatiga, cansancio y baja de energías.

   En consecuencia, la irregularidad o deterioro de nuestras emociones afectan de manera importante la actividad diaria, los estados de ánimo e influyen en la calidad de vida.

   Independientemente de los diversos factores que afectan e influyen en la conducta humana, como la pobreza, el desempleo, la crisis económica que padecen miles de hogares, los temores por la inseguridad, las dificultades en la atención a la salud, los tropiezos de la educación nacional, entre otros, más las perniciosas secuelas de la pandemia de Covid, ocasionaron que los malos hábitos se incrementaran de manera significativa. Los aislamientos humanos, el abandono familiar, los divorcios, miles de niños en orfandad, deserción escolar, pereza en los centros de trabajo, pero sobre todo la utilización desmesurada de los aparatos celulares han arrojado como grave consecuencia que el mundo de nuestras emociones se trastoque, ocasionando daños irreversibles a la inteligencia de los seres humanos.

   Existen emociones agradables y desagradables; en el contexto de nuestros comportamientos, resultan ser reales y objetivas. Las padecemos y tratamos de sortearlas, sin embargo se deben impulsar con voluntad y energía tratando de lograr el autocontrol de nuestras emociones.

   Promover, practicar y enriquecer diez emociones sustantivas podrían favorecer el desarrollo de una mejor personalidad, contribuirían a ser más positivos y garantizaría el logro de una mejor sociedad: la alegría, gratitud, serenidad, esperanza, amor, prudencia, interés, orgullo, inspiración y tolerancia.

    Saber identificar, dominar y lograr el autocontrol de nuestras emociones determinará, sin duda alguna, la sólida capacidad de nuestra inteligencia y de esta forma se contribuirá poderosamente al disfrute de una vida mejor.