David Martínez Téllez

En ninguna circunstancia y menos en medio de una guerra los insultos colaboran a la tranquilidad o mediación o a la paz. Biden calificó a Putin de “carnicero”.  Por supuesto que es un insulto y ello aviva la rivalidad política.

Se podría entender el uso de adjetivos como una manera de la retórica para congraciarse con muchas personas en el mundo que reprueban el uso de las armas para solucionar las diferencias. Incluso podría hacer popular a Biden; pero la diplomacia se inclina -entre otros temas utiliza la eufemística verbal y escrita para plantear una posición- por no ser agresiva, torpe o falto de nivel educativo.

Dibujo una diferencia callejera, por un accidente vehícular, por ejemplo. Si una de las partes emite un insulto (aunque sea la presunta víctima) va a encontrar en la otra parte una reacción del mismo nivel o tal vez más agresiva. Enciende los ánimos. Y alcanzaría la tragedia.

La pasión obnibula la razón.

El adjetivo emitido por Biden encontró un posible distanciamiento con uno de sus aliados. Me refiero al gobierno francés. El escenario fue resumido en la siguiente frase: “nosotros, dijo Macron, vivimos en Europa”.

La guerra, la destrucción, ahora con uso de armas nucleares llegaría primero a este continente -europeo- y luego a los demás. ¡Plop! acabaría con la humanidad solo por un arrebato verbal de quien tiene poder de usar ese tipo de armamento.

En México tuvimos un arranque de ira de quien nos representa. A los eurodiputados les adjetivo de “borregos” por considerar que el gobierno mexicano debe atender el tema de asesinato de periodistas. (55 en lo que va del actual sexenio).

El adjetivo pronunciado por el presidente afortunadamente no tuvo mayores repercusiones, hasta el momento. Porque ese Congreso tiene otra prioridad que es la guerra.

Por otra parte, el uso de adjetivos o insultos en nada ayuda a un intercambio de ideas para solucionar un conflicto. El insulto no es argumento. Simplemente es una defensa utilizada para amortiguar “una” verdad.

Revisemos los datos de organismos institucionales sobre asesinatos en este periodo gubernamental.

El sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano (hoy su aliado porque tiene el poder presidencial y económico) señala que en la actual administración suman 55 homicidios de periodistas, mientras que en los sexenios anteriores se presentaron 96 y 101. Como se puede ver son menores en la actualidad, pero aquellos fueron de 6 años y en este van 3.

Para InfodemiaMX al promediar la información que ofrece la unidad de Defensa de los Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación, en el sexenio de Calderón fueron asesinados 16.8 periodistas por año. Con Peña Nieto, 16, y en el gobierno de López Obrador resulta el promedio de 18.3.

El pasado 25 de noviembre de 2020, en una conferencia mañanera, el subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas reconoció que en ese año “lamentablemente” se había registrado el mayor número de homicidios en la última década, alcanzando la cifra de 19.

Meses después, ya el 8 de marzo de 2022, Enrique Irazoque Palazuelos, titular de la Unidad para la Defensa de los Derechos Humanos, mostró un gráfico con cifras distintas a las que dio Encinas en 2020.

Aquí se intenta insultar a la población y en particular a los periodistas. Ante esta acción corresponde una reacción. El calificativo que usan desde el poder se llama mentira; el medio periodístico responde ofreciendo su verdad.