Moisés Alcaraz

No sólo el PRI alcanzó su estado de máximo retroceso en este proceso electoral. También el PRD llegó a niveles de desastre con un panorama lleno de nubarrones que anuncian tiempos aún más difíciles de los que ahora padece el partido del sol azteca.
Antes de cumplir su tercera década, el PRD enfrenta la peor crisis de su historia que lo ubica al borde de la extinción. Son varias las causas del hundimiento. El partido prontamente tomó un rumbo muy diferente a los principios que le dieron vida, nunca logró consolidarse como una estructura democrática, ni alcanzó a convertirse en un auténtico partido; sino más bien, fue siempre una agrupación de corrientes en pugna interna permanente por el poder, que nunca alcanzaron la integración, lo cual, a fin de cuentas, lo ubicó en el camino del desastre.
Este martes, dirigentes del PRD se reunieron en esta capital para realizar un balance de la situación del partido después de las elecciones del 1 de julio. En lo que fue un intento de autocrítica, representantes de las diversas corrientes que lo conforman dijeron que “fueron víctimas del tsunami López Obrador” y reconocieron por enésima vez que los conflictos entre corrientes los han alejado de la sociedad. No obstante, no quedó claro qué medidas habrán de tomar para combatir de raíz esos lastres que han hundido a ese instituto político.
El partido del sol azteca nunca pudo superar las crisis recurrentes que le generaban las sectas caóticas que siempre se confrontaban con más fuerza entre ellas que con el adversario. La debacle comenzó cuando la tribu encabezada por el grupo llamado “los Chuchos” se hizo del poder y cambiaron de ruta la tradicional postura de izquierda del partido para acercarlo al centro derecha del espectro ideológico, algo para lo cual el PRD no estaba hecho.
En esta postura coincidió con sus tradicionales adversarios políticos, el PRI y el PAN, cuya alianza hacia la derecha con este último en el más reciente proceso electoral, terminaron por colapsar al partido. La posición que abandonó el PRD dentro de la izquierda mexicana, fue ocupada rápidamente por Morena, con lo que sus escenarios se volvieron sombríos, más cuando la verdadera autocrítica está ausente en los intentos que este partido realiza por recuperar los espacios perdidos.
Recuperar esos espacios se antoja una tarea casi imposible teniendo el partido la misma estructura, el mismo funcionamiento y la misma élite dirigente enquistada en los mandos de dirección que lo condujo al fracaso. En el sexenio que termina, el PRD caminó en sentido contrario al interés mayoritario. Respaldó políticas públicas de corte neoliberal que hundieron más al país en la pobreza y realizó alianzas que militantes y simpatizantes nunca estuvieron dispuestos a apoyar. Su legitimidad descendió drásticamente y de manera repentina.
¿Cómo eliminar a las sectas, si son la esencia del partido? ¿Cómo recuperar a los sectores sociales que le dieron vida, si ahora el partido representa a otros intereses? He ahí los retos del partido del sol azteca, que sólo mediante una refundación total que lo lleve de regreso a sus orígenes, lo podría salvar de la extinción.