¿Proa al despeñadero?

 

Felipe Victoria

 

Cuenta la historia que allá por el inicio de la tercera década del Siglo XVI arribaron a litorales del Océano Atlántico en el Golfo que después sería denominado “de México”, una partida da valientes aventureros comandados por el Capitán Hernán Cortés, procedentes de la isla caribeña, con afán de explorar tierra firme en busca de prodigiosos lugares de cuya existencia alguien les contó

Ricas tierras y habitantes autóctonos en Tlaxcala se convirtieron en sus guías y aliados con tal de ir a darle en la madre a los temibles aztecas de Tenochtitlan, desde donde un fanático emperador Moctezuma encargaba su pescado fresco para comer, que veloces estafetas corriendo le llevaban desde lo que llamaron La Vera Cruz, distante a unos 500 kilómetros…

Los conquistadores quedaron deslumbrados con la civilización diferente que encontraron, portentosas edificaciones en donde daban más valor a las plumas coloridas de aves que al oro, con nativos supersticiosos y fanáticos religiosos, que confundieron a los iberos peninsulares con dioses que se desprendían de los desconocidos caballos, pero cargaban “palos de fuego” tronadores…

Moctezuma creído en una profecía agasajó a los recién llegados, que hábiles e inteligentes engatusaron a los lugareños con espejitos, cuentas de colores y las mágicas estampitas religiosas de creencias monoteístas.

De hecho no fue necesaria demasiada violencia; bastó con la estrategia evangelizadora de misioneros y el magistral “milagro” del cerrito del Tepeyac, pero además con el rencor y odio que todas las tribus y naciones del vasto territorio le profesaban a los sanguinarios aztecas antropófagos.

Apasionante la historia de aquellos tiempos, bien contada a modo pero no del todo convincente, nadie quiso rascar a fondo la verdad histórica.

Desde Tenochtitlan se aventuró Cortés y sus tropas al mítico “Tlachco” buscando minerales para fundir cañones, armas y municiones. Fueron indígenas los que lo guiaron pero lo trajeron hasta el entonces ya importante Acapulco, donde le fascinó la bahía de menores dimensiones y se la apropió por gracia de La Corona como “Puerto del Marqués”…

Poblaciones aguerridas difíciles de someter de no haber sido por la “cristianización”, paraíso para los encomenderos españoles que dejó repartidos Cortés, de  quienes se derivan genealógicamente una decena de los apellidos más comunes en el ahora estado de Guerrero.

Victimado Cuauhtémoc, último emperador azteca, cuentan que lo trajeron a sepultar en Ixcateopan y ahí se le conmemora y venera todavía…

Ya estaba desde siempre en el destino que lo que ahora es el estado de Guerrero sería pieza clave en la historia de Nueva España y del México independiente, con sus muchos héroes, sus caciques buenos y malos y su indómita gente aferrada a su idiosincrasia tan singular.

Nos guste o no, Guerrero es el laboratorio de la disque democracia mexicana y semillero de revueltas, ingobernable de suyo donde la paz y el orden nunca han sido características y los valores difieren de los universales.

Si bien es cierto que la gesta independiente inició en Guanajuato con el cura Hidalgo, pero se fraguó en Michoacán y se dirimió con el cura Morelos en este territorio y se concretó con Vicente Ramón Guerrero Saldaña y otros héroes insurgentes, es esa herencia ancestral la que convierte a la entidad en semillero de inquietudes y rebeliones, cunero de insurgencias con tácticas de guerrilla venciendo ejércitos regulares convencionales.

Estratega innato el tabasqueño expriísta Andrés Manuel López Obrador no escogió a su patria chica como bastión para su insurgencia nacional magisterial, sino a los guerrerenses que llegaron a ser los más representativos perredistas por lo que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano representó al fundar el Partido del sol azteca…

Nadie dijo que con los desmadres que le hicieron los cetegistas al gobernador Aguirre Rivero y la ingobernabilidad auspiciada por Rogelio Ortega se les acabaría la cuerda belicosa a los empleados de la fracción magisterial disidente. Menos aún que ya se estarían en orden y paz los adoctrinados normalistas “kamikazes” del poblado de Ayotzinapa.

Descansaron tal vez algunas semanas mientras Héctor Astudillo Flores se acomodó en el poder y el PRI se reasentaba en Guerrero, pero ya se escuchan de nuevo los tambores de rijosidades y provocaciones con tácticas de guerrilla urbana como toma de caminos, instalaciones, marchas y bloqueos apoyados por los grupos armados de autodefensa que mal que mal se organizaron y son su brazo armado, apoyados desde lo oscurito por los narcos que se disputan el control de regiones por la explotación de marihuana y amapola, las raíces del mal actual…

Las estrategias coordinadas de presencia federal en las principales ciudades guerrerenses son mucho ruido y pocas nueces. Los tres niveles de gobierno parecieran echarse la pelotita caliente y ninguna da el primer paso, por miedo o conveniencia…

Los habitantes de Guerrero estamos a la deriva y en la indefensión, atrapados en la deficiente prevención de ilícitos y la amañada procuración y administración de justicia, desconfiando y sospechando de todo y de todos.

Pero no hay que alarmarse…aún no tocamos fondo y la situación es parecida o peor en muchas otras entidades federativas, lo que va hacia el despeñadero es nuestro pobre México tan querido en manos de la aristocracia de la burocracia voraz e inmoral.