Por R. Salgado L.

Se cierne en la atmósfera social, política y económica un delicado fenómeno de tensión que amenaza con alterar la estabilidad y armonía de la sociedad mexicana.
En los últimos meses se han sucedido diversos acontecimientos, algunos que tuvieron origen durante largos años de incubación y que hoy han estado aflorando en proporciones inimaginables, como producto de la indolencia, la incapacidad, la improvisación y la irresponsabilidad de ciertos gobernantes que no tuvieron la más mínima conciencia de lo que significaba la delicada “toma de decisiones”, en donde el destino de millones de mexicanos y de la nación misma, sufrirían las consecuencias de las ligerezas y frivolidades de como condujeron su mandato.
Los agravios a la sociedad aún persisten después de un prolongado dominio unipartidista, en donde los vicios en el ejercicio del poder produjeron excesivos abusos, privilegios y formas injustificables de enriquecimiento; posteriormente, en los tres últimos sexenios, en donde el arrebato, la soberbia, la corrupción y la impunidad colmaron la tolerancia y la generosa paciencia del pueblo.
Después, no hubo otra alternativa esperanzadora, más de 30 millones de mexicanos votaron por quien prometía acabar con los aberrantes excesos y planteó un cambio definitivo de rumbo a la nación. A ocho meses de ejercicio gubernamental, una gran mayoría de mexicanos se debate entre la duda, la incertidumbre y las aún inciertas expectativas para el futuro.
Los resabios del pasado, indiscutiblemente han significado graves y pantanosas circunstancias para avanzar. Sin embargo, a 240 días trascurridos aún no se ha fijado ni con mediana certeza, cuál será el rumbo que en definitiva deba seguir este país.
Es incuestionable que las delicadas causas que ocurren en el centro del país, los efectos y repercusiones se sufren en cada entidad; sin embargo estos podrán ser atemperados, en la medida en que los guerrerenses podamos caminar con mayor certeza y confianza bajo la conducción de un gobernante que con madurez, prudencia, sensatez y equilibrio político, ha ido sorteando los desafíos y retos que está arrojando la aparente descomposición social, política y económica que hoy se observa en el país con gran escepticismo.
Consecuentemente debemos mantenernos alertas y obligados a cuidar el orden y mantener el buen rumbo del Estado y a las Instituciones que lo conforman.
Existen claras evidencias que el responsable del Poder Ejecutivo del Estado ha dado muestras de compromiso y responsabilidad; no así el Poder Legislativo, que a pesar de contar con destacados y experimentados legisladores, se encuentran ante la falta de un franco rezago en la presentación de iniciativas y propuestas, como producto a los delicados desencuentros y obcecados posicionamientos que han impedido resultados concretos en favor de los guerrerenses.
En el caso del Poder Judicial, en tanto no exista una explicación contundente sobre las graves acusaciones que se han hecho públicas sobre nepotismo y conflicto de interés, difícilmente podrá lograr mayor confiabilidad; así como inaceptable lo que el pasado día nueve se denuncia a ocho columnas en un rotativo local, haciendo señalamientos a los magistrados del Tribunal Electoral, quienes sin el menor recato se asignan arbitrariamente los diferentes espacios administrativos para gente de su particular interés, sin importar los perfiles profesionales.
Los momentos críticos que se han vivido en días recientes, han motivado preocupación y desaliento: el cierre de Estancias Infantiles, el despido de personal en diferentes dependencias federales, la desorganización en la distribución del fertilizante, son entre muchos otros asuntos, razones suficientes para que de manera serena y prudente coadyuvemos para impedir a toda costa que nos invada el conflicto, la beligerancia y la anarquía.