* Astudillo “como nunca” apoya a la UAGro
* Wences Reza y Figueroa, historia de riñas
* Saldaña recibió migajas con Rogelio Ortega

Jorge VALDEZ REYCEN

En 1977 las relaciones entre la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) con el gobierno de Rubén Figueroa Figueroa estaban rotas, enconadas y en confrontación. El llamado “Tigre de Huitzuco” había “levantado la canasta”, o sea, el subsidio, “al mechudito” –así lo llamaba— Rosalío Wences Reza, a la postre tres veces rector de la institución.
La UAG era “una buhardilla inmunda de guerrilleros”, acusaba Figueroa, y no había marcha de la FEUG, el STAUAG, STAISUAG, donde no se quemara un monigote al que llamaban “cacique de horca y cuchillo”, con la imagen del gobernador.
Esa era la historia hace más de 40 años. Hoy el gobernador Héctor Astudillo Flores y el rector Javier Saldaña Almazán acaban de inaugurar, juntos, en Acapulco, dos edificios totalmente equipados para las facultades de Contaduría y Derecho, donde la inversión económica realmente es un dato adicional, pues el central es la relación entre ambos, donde existe aprecio personal, amistad, compromiso y voluntad política por la educación superior de los jóvenes guerrerenses.
Astudillo en los tres años de su gobierno ha sido franco en su trato con el rector Saldaña, en una relación entre UAGro-Gobierno donde está definida una alianza. Ese dato revela mucho al interior de la casa de estudios, pues genera estabilidad política, por principio de cuentas, y ésta va acompañada por el subsidio y los recursos sin regateos en lo absoluto.
Lo ha dicho decenas de veces Astudillo: su señora madre, doña Carmen Flores, con su formación de maestra inculcó en él un respeto a los que ejercen la docencia. Sin embargo, no es solo eso, sino va más allá de poses, discursos o actuaciones que la política obliga: lo hace por esencia, vocación y decisión que obliga a la política.
Si bien Figueroa Figueroa tenía cuentas pendientes con la guerrilla, que lo secuestró por motivaciones marxistas-leninistas, su pleito con la Universidad era por el modelo académico y su connotación socialista “Universidad-Pueblo”. Eso predisponía al mandatario que veía detrás de marchas, plantones y bloqueos la mano izquierda de sus enemigos reales o ficticios. Veía en la UAG a otro poder que lo desafiaba o representaba oposición.
Wences Reza creó una personalidad como un imán o un “Ayatollah” en la UAG. Su liderazgo lo fincó como un personaje de izquierda inquebrantable, sólido en sus principios. Sus enemigos hasta le endilgaron ser “un infiltrado de la CIA”. Wences Reza creó esos y otros mitos más entorno a su persona señera. Creo que acabó siendo amigo personal del ingeniero Figueroa. No lo quiso admitir, cuando lo entrevisté una década después, como presidente del PRD en Guerrero… esbozaba una sonrisilla pícara… un je je je nervioso. Y la mirada huidiza.
Cuarenta años después de aquellos aciagos y tormentosos años de confrontación y encono, el gobierno de Héctor Astudillo y el rector, por segundo periodo consecutivo, Javier Saldaña Almazán siguen fincando una abierta y sólida relación de respeto y compromiso. Las nuevas generaciones universitarias quizá ignoren el pasado reciente de su máxima casa de estudios, o tengan anécdotas referenciales. No se trata de remover cicatrices, más bien recordar que aquella época de riñas, confrontaciones y descalificaciones han quedado en los anales de la historia.
Por cierto, a propósito de anécdotas, a Javier Saldaña no le fue nada bien con el gobernador efímero Rogelio Ortega Martínez, quien era Secretario General Académico de la Administración Central antes de brincar a la fama súbita y desperdiciar la maravillosa y única oportunidad de gobernar bajo la filosofía universitaria de izquierda. Fue un fiasco y una terrible decepción.
A la UAGro, ROM le escamoteó no solo el subsidio, sino hasta personal universitario, al que dobleteó en plazas y cargos, como una de las formas más primitivas del concepto de buen gobierno. Aún está fresca en la memoria lo que le hizo ROM a Cuauhtémoc Saavedra, por la tenebrosa insidia de Misael Habana… que terminó forrado y a un paso de la muerte.
Ahhh… cosas veredes, Mío Cid (Cantares).
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.