La ola de violencia que ha dejado decenas de muertos en Chilapa y la fuerte presencia de efectivos militares, no han influido en las actividades cotidianas de sus pobladores, y parece han aprendido a vivir en este ambiente de tensión.
Los comercios, el transporte y actividades religiosas se desarrollaron ayer de manera normal, en la cabecera municipal, rumbo a las comunidades y hacia otros municipios cercanos.
El ambiente en las calles, parques y plazas de la ciudad es completamente tenso, la gente observa a su alrededor con desconfianza, ve vehículos o personas sospechosas, mientras Policías Estatales se plantan en las esquinas, alertas ante cualquier incidente.
Las cinco entradas y salidas de la ciudad, hacia Chilpancingo, Tlapa, Zitlala, Ahuacuotzingo y José Joaquín de Herrera, se encuentran vigiladas por elementos del Ejército, quienes han intensificado la revisión de vehículos que transitan por estas carreteras.
Esta jornada violenta ha sido una de las más sangrientas desde 2014, cuando fueron hallados 11 cuerpos decapitados y semicalcinados, en el crucero a la comunidad de Ayahualulco.
Y es que tan solo el día de ayer, los cuerpos de cuatro personas fueron halladas en una brecha de terracería en la carretera Chilapa-Ahuacuotzingo, que por el estado de descomposición en que se encontraban, no se pudo determinar en un primer momento si tenían impactos de bala.
Más tarde un joven fue degollado en el punto conocido como “La Playita”, y a las 22:30 horas, fue el secretario de Seguridad Pública, fue asesinado a balazos en la comunidad de Nejapa, donde se llevaba a cabo la fiesta al Santo Patrón “San José”.
Entre esta ola de violencia y militarización, la vida no para en Chilapa, donde dos grupos de la delincuencia organizada se disputan el control; sin embargo nuevamente preocupa que los hechos violentos afecten el reinicio del ciclo escolar el próximo lunes. API