ANDRÉS CAMPUZANO

 

Todo tipo de crisis son oportunidades para sacar la casta para cualquier ser humano.

Pero en la política, se mira cuando ante enormes desafíos como son enfrentar retos de marginación y atrasos; y ante ello elaborar programas a corto y largo plazos que permitan sacar a un pueblo de la pobreza —sin desatender a otros sectores sociales—, es precisamente cuando aparece el político, y el estadista.

Y en el corto tiempo que lleva al frente del Poder Ejecutivo estatal, el gobernador Héctor Astudillo Flores muestra todo el tiempo que es político enorme, con estatura ya probada de estadista: el que atiende y siembra, y coloca bases que permiten a los guerrerenses vivir mejor, mirar un presente optimista y a un futuro certero .

Hay, ciertamente, un panorama insólito que Astudillo ha sabido sortear: recibió un gobierno saqueado desde hace mucho tiempo atrás, y una situación de violencia que llegó fuerte en el año del 2007 —con Zeferino Torreblanca Galindo— y se agudizó en el 2012 en el malogrado gobierno de Ángel Aguirre Rivero.

Ante esto retos de la situación de pobreza, el estadista Astudillo Flores tiene tino y sienta las bases haciendo y proyectando la obra política y social que permitan a los guerrerenses mirar situaciones siempre y vivir una vida mejor.

En Guerrero, en los últimos 15 meses, por lo menos, se han hecho obras materiales multimillonarias que han dado empleo y fortalecido la paz y prosperidad de capas sociales que siempre hay que atender.

La obra política está a la vista: los guerrerenses vivimos un estado de gobernabilidad, pero, ahí hay un pero: el caso de la violencia, hechos delictuosos focalizados en algunas partes de la entidad, mucho más en la Tierra Caliente.

Ahí, donde se “ha metido el diablo”, el político-estadista Astudillo no se arredra; en el corazón y sitios alejados de la región calentana ha armado mesas de trabajo, ha escuchado a la gente en sus peticiones y ha hecho y hace entrega de obras materiales y pacta para echar a andar otras.

Entrando de frente a los problemas de todo Guerrero, con el diálogo como forma única para resolver los líos sociales, Héctor Astudillo le pone sello, un estilo a su gobierno.

Un estilo que es el de saber escuchar y comprender a todos; y al mismo tiempo sacar inteligencia, casta y coraje para meterse a sitios que gobiernos pasados abandonaron por temor, o por complicidad con la delincuencia.

Las crisis sociales son retos, pero también son oportunidades para demostrar tablas políticas y de estadista.

Héctor Astudillo está haciendo historia.

Para continuar construyendo un estado mejor y acabar con el Guerrero violento, habrá que sumarnos todos a él, al Héctor Astudillo Flores, al político-estadista.