Alejandro Mendoza Pastrana

 

En gran medida la gente no confía en los políticos ni en los gobiernos por la falta de honestidad en sus palabras, en sus ideas y en sus hechos.

En la actualidad la deshonestidad ha invadido todos los estratos de la sociedad y los estragos causados han sido terribles.

Muchos pretenden culpar a factores externos a la familia por el desmoronamiento moral y ético en la presente generación, sin embargo ahí es donde comienza a desarrollarse el terrible mal.

Es cierto que los gobiernos y políticos no ponen el mejor ejemplo ni tampoco tienen preocupación por alentar y practicar principios y valores que frenen la deshonestidad.

También es cierto que el sistema educativo en nuestro país es deficiente y atrasado, como de igual manera, la pobreza, la marginación y la falta de una verdadera cultura progresista en todos sentidos, son elementos que agudizan el problema de la deshonestidad.

En tiempos electorales la palabra honestidad es usada con tanta vehemencia ante el evidente conocimiento que es lo que la gente espera. Honestidad en el manejo de los recursos públicos, honestidad en el ejercicio del poder, honestidad en las acciones personas y de gobierno.

A la gente ya no le gusta que se le engañe, es más ya no se le puede mentir. Por el contrario en gran medida la sociedad ha copiado de sus políticos y gobernantes la misma conducta: le hacen creer cosas que no son verdad.

La deshonestidad ha invadido todas las esferas de la sociedad, lo mismo ocurre en la política, en el gobierno, en el magisterio, en la religión, en la sociedad civil, en todos lados.

Lo más lamentable es que esta nociva conducta se ha agravado en el interior de las familias. Es deshonesto el padre, es deshonesta la madre, son deshonestos los hijos.

Tomando como referencia el significado de la honestidad, según Wikipedia, la Enciclopedia Libre de Internet, ésta es una virtud ligada a la honradez. Es el valor de decir la verdad, ser decente, recatado, razonable y justo.

Y claro desde un punto de vista filosófico es una cualidad humana que consiste en actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Se refiere a la cualidad con la cual se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en su manera de pensar, como justa, recta e íntegra.

Quien obra con honradez se caracterizará por la rectitud de ánimo, integridad con la cual procede en todo en lo que actúa, respetando por sobre todas las cosas las normas que se consideran como correctas y adecuadas en la comunidad en la cual vive.

En su sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a la verdad en relación con el mundo exterior, los hechos y las personas; en otros sentidos la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás, y del sujeto consigo mismo.

En la actualidad lo único que podemos observar es una creciente acción deshonesta de parte de quienes dirigen el destino de muchas personas. Creo que habrá desde luego sus loables excepciones, pero en la percepción mayoritaria ya no se cree por convicción, sino que hay expresiones al grado tal de decir: “pues es lo menos peor”.

Para el filósofo romano, Marco Tulio Cicerón, la honestidad se realiza por el cumplimiento de las obligaciones que se encuentran presentes en todas las actividades de la vida humana. La honestidad se contrapone al placer y a la mentira, y representa el fin mismo al que debe aspirar el ser humano para ser recto.[]

Las obligaciones surgen de los cuatro principios que, de forma unida y mutuamente dependientes, conforman la honestidad: 1.- Prudencia (y sabiduría): de aquí la obligación de descubrir la verdad (distinguir los actos buenos de los malos y el conocimiento teórico en general). 2.- Justicia (y beneficencia): de aquí la obligación de mantener la unión y sociedad entre los hombres (tanto no dañar a los demás como servir a los demás). 3.- Fortaleza: de aquí la obligación de mantener la grandeza y excelencia del ánimo para realizar las acciones y 4.- Templanza: de aquí la obligación de mantener el orden, moderación y constancia de los actos.[]

Por eso, el pensador chino Confucio enfatizaba en entender que la honestidad es uno de los valores y componentes más importantes de una personalidad saludable con tu entorno y con los demás. Y el imperativo categórico consistía en tratar a los inferiores como te gustaría que tus superiores te tratasen a ti. La virtud se basa en la armonía con los demás, y en la aceptación de que en algún momento de nuestras vidas todos estamos a merced de otras personas.

La honestidad consiste por lo tanto en ponerse en el lugar hipotético de la propia vida futura, y la de las generaciones pasadas y venideras, y elegir no hacer o decir nada que pueda mancillar el honor o la reputación de la familia, de la investidura que se representa y de la vida misma. Cuestión que vemos hace falta en muchos lados.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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