Unos se quedan, otros se van

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

Las últimas horas del gabinete inicial de Héctor Antonio Astudillo Flores correrán inexorablemente y por eso en las oficinas públicas se ven caras tristes y se respira desconcierto.

Algunos ya comenzaban a entender de qué se trataba en las oficinas donde les dieron chamba, otros de plano no se pusieron las pilas y no faltan los que buscaron como allegarse de entraditas extras, sabedores de que el premio era efímero.

Según cálculos de los analistas y politólogos de cafetería que no tienen otras cosas mejores que hacer y se entretienen en la clásica grilla mañanas y tardes, nunca en un año se pusieron de acuerdo en si la mitad de los empleados estatales eran y son “astudillistas” o apenas un cuarenta por ciento, marcando como “renejuaristas” al 25 por ciento y añorvistas al 35 restante.

Pero por darle sabor al caldo querían diferenciar en importancia las áreas estratégicas en que los recomendados del senador lajeño ahora subsecretario de Gobernación quedaron, en contraste con los del excandidato que llegó a ser por unos meses el segundo hombre más poderoso en el PRI.

Ni qué decir de tantos sueños y alucines, cuando a pie juntillas creyeron que el sonorense Manlio Fabio Beltrones Rivera amarraría la candidatura presidencial y su imprescindible second pudiera quedar colocado en la antesala de un anhelado interinato, relevando a Héctor Astudillo si lo llamaran al gabinete federal, o por alguna sorpresiva zancadilla se tropezara una vez cumpliendo su primer año gobernando el estado.

Aquí es receta probada que cualquier masacre puede tener graves consecuencias políticas. Por eso es de tomar en cuenta lo grave que resulta que gente armada transformada en “policías patito”, que se disputan el control de rutas y territorios con policías comunitarias, se anden literalmente dando en la madre a balazos, lo que equivale a encender cerillos sobre yesca seca para poner el llano en llamas.

Es de recordar aquel incómodo pasaje en Bucareli del entonces gobernador Aguirre Rivero, en enero de 2013, cuando se le ocurrió llevar al líder Bruno Plácido Valerio, a quien si por Miguel Ángel Osorio Chong hubiera sido, se hubiera quedado preso por organizar huestes armadas contraviniendo el artículo 17 constitucional, en un mal clon de aquellos grupos de autodefensa colombianos que fortalecieron a las FARC de tiempos de Pablo Escobar Gaviria.

Aguirre le apostó a la prudencia política y las leyes locales para pueblos indígenas, les dio la mano apoyándolos, pero a final de cuentas se tomaron el pie, crearon su UPOEG y ahora hacen lo que se les da la gana, tras de haber enfrentado en varias ocasiones a las fuerzas armadas federales.

Ese mito genial de la “autodefensa” de poblaciones fue la ingeniosa cortina de humo para sus verdaderos fines: controlar la entrada y salida de drogas y su tránsito por los caminos. Por eso tanta exigencia de que se quitaran retenes policiacos y militares.

Como las manzanitas de Isaac Newton, las cosas por su propio peso van cayendo; durante décadas el secreto a voces de la siembra y producción de marihuana y amapola en varias regiones guerrerenses fue tema tabú, que se rompió aquella trágica noche de Iguala en septiembre de 2014, que le costó el cargo al gobernador Aguirre Rivero, amén de los manipulados zafarranchos del magisterio disidente y los normalistas vándalos con su “brazo armado” de la UPOEG, como se declaró Bruno Plácido Valerio.

Pero el colmo de los colmos vendría el trágico año del académico interino Rogelio Ortega Martínez, permitiendo que la ingobernabilidad creciera porque omitió su responsabilidad de conservar el orden público y velar por la paz, consintiendo las maniobras del sabotaje a las elecciones de junio del año pasado, porque el plan con maña era imponer un candidato independiente salido de la UAGro.

A las izquierdas les falló poder concretar nuevamente una coalición entre PRD, PT y MC quedando inconforme la aguerrida Beatriz Mojica Morga que no alcanzó en votación al PRI, que postularía de nuevo a Héctor Astudillo Flores tras haber sido derrotado en el 2005 por el perredista externo Zeferino Torreblanca.

En el PRI se pusieron las pilas y unieron fuerzas renejuaristas y añorvistas para lograr el triunfo electoral inimpugnable de Astudillo, justo fue entonces que se dieran chambas a los que colaboraron en su campaña; pero a un año ya las facturas políticas quedaron saldadas y quienes no entiendan que Jefazo solo hay uno, tendrán que irse, pues muchos con verdaderos méritos y más capacidad se disciplinaron permaneciendo en la banca.

Cerrar filas a partir del 28 de octubre es lo que viene, el entorno inicial de poderes fácticos entre Héctor Astudillo, René Juárez y Manuel Añorve  Baños cambiaron por muchos factores, unos a la alza y otros a la baja indiscutiblemente.

-¡Tilin, tilín!- Suena la campanita escolar.

-Maestra Pizarrina, ¿quiénes le dieron cuerda a las huestes armadas de Bruno Plácido Valerio para andarse balanceando con las policías comunitarias?

-Me la ponen dura y pelona chamacos, no quiero echarle más lumbre al fuego.

-¿Esto que sucede descompone el panorama oficial de la gobernabilidad recuperada que querían festinar el 27 de octubre?

-¡Shhh… cábrense cayones! no sean aguafiestas.