Alejandro Mendoza

 

La falta de congruencia es una de las deficiencias que se puede observar en la actuación de quienes dirigen o están al frente de importantes responsabilidades en la sociedad, sean de tipo público o privado.

Es por eso que la confianza y la credibilidad se pierden cada día en las relaciones de todo tipo. La Real Academia Española, en una de sus acepciones, define congruencia como coherencia.

Y definitivamente podemos ver a candidatos en campaña que prometen cosas que no concuerdan con su pensamiento ni con la conducta que los antecede. Podemos ver a gobernantes y políticos totalmente incoherentes e incongruentes, no por nada son las actividades más desprestigiadas.

Pero debemos ser claros en el sentido de que este mal corroe todas las esferas de la sociedad, lo mismo ocurre en lo social, en lo político, en la iniciativa privada, en el gobierno, en el magisterio, en el deporte, bueno, hasta en la familia.

La incongruencia se ha apoderado de la conducta de muchas y muchos que afanosamente buscan beneficios, privilegios y el enriquecimiento ilícito.

Lo más lamentable que es que la acción de ser incongruente en muchos de los casos se hace ya de manera premedita y consciente, ya no puede aludirse a un comportamiento producto de la ignorancia o la inconsciencia.

Ahora bien, se puede afirmar que la congruencia es entonces similar a la coherencia, a la sinceridad. Y esta se manifiesta cuando todo nuestro ser está alineado entre lo que decimos que somos y como actuamos. Entre lo que decimos que somos y cómo nos ven quienes nos miran.

Esta sensación de congruencia, entonces, nace cuando sentimos que actuamos equilibradamente, y que todo nuestro ser va unido en el camino que hemos elegido recorrer, ya sea hacia el bien a los demás o el egoísta bienestar personal, ya sea hacia el bien o hacia el mal.

Lo cierto es que las personas congruentes tienen poder personal, y eso es piedra fundamental del liderazgo. No se puede ser líder si no se es coherente. Y ser coherente es ser creíble.

El ser congruente en nuestra vida trae indudables resultados, ya que la congruencia aporta lo necesario para la dirección que llevamos, da una orientación clara a nuestras intenciones.

Cuando somos congruentes nuestras acciones hablan por sí mismas, y éstas son el reflejo de las palabras que pronunciamos. Somos congruentes cuando enseñamos con el ejemplo.

Cuando se actúa coherentemente hay una estrecha relación entre lo que se expresa verbalmente y lo que se hace, y el ejemplo se condice con el estilo de vida. Entonces, no es necesaria la justificación, porque no se cae en contradicciones.

La incongruencia se detecta fácilmente, y no es necesario ser demasiado intuitivo para ello. Los políticos, debido a su exposición y escrutinio público permanentes, son los casos más patentes en los cuales podemos ver los niveles de congruencia.

¿Pero qué sucede con los votantes que ven que el político no es de fiar por su incongruencia y le siguen dando el voto? Simple, son ellos los incoherentes. Vale decir, los que no están actuando alineadamente entre lo que dicen o piensan, y lo que hacen. Y cuando una sociedad llega a validar la incoherencia, siembra las semillas de un peligroso deterioro.

Luis Flores Cornejo enfatiza que vivir congruentemente es un desafío mayor. Significa no rendirse ante la manipulación, ante la tentación material de llevar una vida aparentemente fácil, ya que más temprano que tarde esa incongruencia pasará la cuenta, y deberá equilibrarse nuevamente.

Somos incongruentes cuando trabajamos para ayudar a recuperar la salud a las personas, pero bebemos o comemos en exceso, o fumamos.

Somos incongruentes cuando pretendemos ascender en donde trabajamos pero vemos como enemigos a clientes y compañeros.

Somos incongruentes cuando damos consejos pero no los practicamos nosotros.

Somos incongruentes cuando decimos a otros lo que deben hacer sin haberlo hecho nosotros antes.

Somos incongruentes cuando obligamos a otros a hacer lo que no haríamos nosotros.

Somos incongruentes cuando seguimos en el mismo trabajo aburrido sabiendo que somos infelices.

Somos incongruentes cuando mantenemos las mismas relaciones afectivas que nos producen tristeza y ansiedad, y no hacemos nada por movernos de ahí.

Somos incongruentes cuando deseamos tener una posición de mayor responsabilidad en la empresa, pero llegamos siempre atrasados.

Y sí somos congruentes cuando actuamos con amor, porque el amor es nuestra esencia.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz

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