* No hay justificación al vandalismo
* Ayotzinapa: la herida que no cierra
* Días de furia y rabia, en la resaca

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Por donde se vea, no existe la justificación de crear vandalismo y causar daños.
Los ayotzinapos volvieron a atacar inmuebles como forma de “lucha” para exigir justicia, ante la permisibilidad oficial. Ya se dijo en voz del gobernador Héctor Astudillo Flores que no los van a perseguir, ni tampoco los van a detener.
Esta lectura es la misma que hace dos años, cuando más de un centenar de estudiantes del primer grado de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”, de Ayotzinapa, viajaron hasta Iguala para botear y obtener recursos que los lleve a la ciudad de México a conmemorar la masacre del 2 de octubre.
No han cambiado las condiciones desde entonces para los normalistas, salvo la tragedia que desencadenó en aquella tamarindera ciudad la colusión de un cuerpo policiaco con el grupo criminal “Guerreros Unidos”, que privaron de su libertad y luego de la vida a 43 estudiantes, de acuerdo a las declaraciones ministeriales de un centenar de policías y sicarios que están sujetos a proceso penal, al igual que el ex alcalde José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda.
En dos años siguen las mismas condiciones de movilización de normalistas, fuera de su centro de estudios, por razones ajenas a la academia. Ese fue el origen de todos los males y que hoy desangra y mortifica a los padres de esos 43 desaparecidos. No se les escatima su responsabilidad, claro, por permitir que esos jóvenes sigan siendo usados como carne de cañón. Eso no se puede soslayar, porque es la fuerza de una verdad incuestionable que sabe la mayoría de los guerrerenses.
En dos años no se ha visto la simpatía de los propios guerrerenses hacia ese movimiento de lucha, porque simplemente todos, sin excepción, hemos sido víctimas secundarias del vandalismo, los bloqueos y una serie de arbitrariedades cometidas en aras de una causa confusa, inexplicable que no han dicho: ¿Por qué fueron a Iguala los Ayotzinapos?
Los daños colaterales que Guerrero ha vivido por la peor tragedia que ha enfrentado el país, cuando el grupo delictivo “Guerreros Unidos” ordenó el “levantón” y posterior ejecución de los 43 normalistas, se han traducido en incendios de edificios públicos y daños multimillonarios. La gobernabilidad sufrió estragos y desencadenó la peor de las crisis política, económica y social desde 1960.
Se obligó a un gobernador a solicitar licencia indefinida y estuvo a punto de declararse la desaparición de poderes en 2015, ante el vacío de poder y la nula observancia de la ley de un gobernador de ornato, insensible e inepto. Guerrero sobrevivió a la prueba de fuego de la gobernanza, en un clima desatado de narcoviolencia, donde los homicidios dolosos se dispararon en la incidencia regulada y monitoreada por el Sistema Nacional de Seguridad.
Dos años de historias, de informes forenses, de análisis genéticos de antropología en Insbruk, de recomendaciones del GIEI de la CIDH, de la CNDH, de la ONU… Uff de todo el mundo. Y la necedad de no aceptar que los 43 fueron víctimas de su propio origen y destino. Eso es lo más doloroso.
No se ha sabido entender que el origen de la tragedia fue sacar a los estudiantes de sus aulas, de su centro académico. No se entiende que sigan haciendo lo mismo que hace dos años, sin que nadie los conmine siquiera a guardar la calma, a serenarse y no generar más violencia. Como si la existente no fuera más que suficiente.
No hay voces que pidan cordura y paz. Al contrario, se exacerban odios, resentimientos y furia.
Y los guerrerenses en su mayoría guardan silencio. Permanecen a la expectativa y se preguntan: ¿Hasta cuándo seguirá esto? ¿No tendrá un fin?
Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.