* Entrega GIEI informe a Padres de 43

* Rostros tristes, compungidos, derrotados

* El fracaso de la investigación, por parcial

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

Han sido pocos los que han cruzado ese umbral de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos”.

Es un feudo, una zona proscrita, territorio rebelde, o acaso… ¿estado de excepción?

Lo cierto es que los cinco expertos latinoamericanos enviados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) cruzaron la pesada puerta de la normal, agasajados como héroes civiles, como ídolos, en medio de largos silencios. Sí, hubo sonrisas, como abrazos, pero nada tenían que ver con los resultados editados en ese libro que contiene el segundo informe del GIEI.

Podría decirse que ese informe es el compendio del fracaso de una investigación parcializada, porque los expertos incurrieron en el peor de los errores que jamás debe hacerse en un proceso indagatorio: abrazar la causa de las víctimas como suyas. Allí se perdió el carácter profesional, objetivo e imparcial de la encomienda de la CIDH-GIEI.

“El Jefe” Diego Fernández de Cevallos lo recalcó en “Milenio”, la televisora que ha entrevistado a los integrantes del GIEI en los programas de Carlos Puig y Carlos Marín, que este grupo abrazó con denuedo a los padres de los 43 normalistas desaparecidos y en nombre de su dolor propusieron el derrotero de su indagatoria. Les faltó el rigor científico, la evidencia sustancial. Lo sustituyeron por el camino del activismo político.

Un “paneo” de la toma para Foro TV de la mesa de honor dispuesta para el GIEI en la Normal Rural de Ayotzinapa, mostró rostros tristes, melancólicos, invadidos por una tristeza, pero con la derrota sobre sus hombros. Se les esfumaron 12 meses preciosos de pesquisas. Se pertrecharon en el rechazo sistemático de aquella “verdad histórica” de Jesús Murillo Káram. Refutaron el informe del tercer peritaje de expertos en fuego, que admiten evidencias de un fuego controlado donde al menos 17 personas murieron incineradas.

No. Fue la negación del todo. Al margen quedaron los comentarios suspicaces de que el GIEI disfrutó un año de lujos, viáticos, sueldos y dispendios que jamás hubieran podido obtener en ningún otro trabajo o encomienda. Pero lo que se reprocha es su falta de profesionalismo, ética e imparcialidad en un trabajo dudoso, parcial, tendencioso, sesgado, para quizá evitar llegar a la verdad jurídica, o a la verdad de los hechos del 26 y 27 de septiembre del 2014.

El GIEI se va cuando las amenazas de Vidulfo Rosales Sierra se cumplen, de volver a las movilizaciones, a los robos de autobuses de pasajeros, al bloqueo de la autopista, al asalto a camiones con alimentos, la ordeña de combustible y demás delitos que se han acumulado en más de 200 averiguaciones previas tanto del fuero federal como del fuero común. ¿Lo saben esos expertos? ¿Han posicionado las repercusiones jurídicas de dichas actas penales vivas, que se integran contra de normalistas violentos, vándalos, incendiarios? ¿Las justificarán, acaso, en nombre de un acto de barbarie deplorable, terrible, como el de Iguala?

Ayotzinapa sigue siendo usada por grupos desconocidos, no identificados aún, que inciden a su interior con fines violentos, secundados por una facción de maestros disidentes de la CETEG, que se han colgado de los 43 para sacar raja política de su fallida lucha contra la reforma educativa y las evaluaciones docentes.

Los estudiantes de Ayotzinapa siguen siendo usados como carne de cañón en acciones de ultraviolencia. Y no hay voces del GIEI que condenen o llamen a la calma y a no romper una lucha pacífica, o sustituirla por la ley del Ojo por Ojo. Insistir en la vieja dosis de la venganza, como arma de lucha, es una colosal torpeza.

La tristeza del GIEI no es por los 43, ni por los padres, ni por el dinero… es por su activismo que los derrotó.

Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.