* 12 horas en Casa Guerrero

* El ir y venir del gabinete

* Astudillo habla SIN MEDIAS TINTAS

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

Fueron casi 12 horas de ver el ir y venir de funcionarios del gabinete.

El gobernador Héctor Astudillo Flores despachó en Casa Guerrero más de una docena de asuntos y hasta las 23 horas del martes dialogó con mineros, pescadores, comuneros de los pueblos del Alto Balsas.

Fueron horas de observación, desde una banca, en la antesala. Desde el secretario de Gobierno, Florencio Salazar Adame, hasta el peluquero que desde los años 70’s les corta el pelo a los gobernadores, desfilaron por la residencia oficial. Todos pausados, ensimismados en sus pensamientos. Sujetos al escrutinio ocular de una treintena de guardias con walkie-talkies y chícharos en las orejas.

El presidente estatal del Partido Nueva Alianza (PANAL) también hizo antesala, como todos. El Fiscal General, Xavier Olea Peláez, con el inseparable marlboro en los labios, sacudiéndose la presión de reporteros, que lo atosigan con preguntas y explota en el grueso portón de la Puerta Tres: ya les dije que cuando salga les doy la entrevista. ¡Entiendan por Dios!! –les dijo exasperado, irritado y de tres grandes zancadas cruzó el umbral, seguido de su vicefiscal, un hombre de mediana estatura y complexión atlética de físico-culturista.

Daniel Pano Cruz, Robespierre Robles Hurtado, Gabriela Bernal Reséndiz, todos entraban saludando a quienes esperaban entrar a Casa Guerrero. Había maestros que fueron enviados al Rancho Los Cedros, debido a que “por cuestiones de agenda” se había confundido la reunión con José Luis González de la Vega-Otero, titular de la SEG.

Adicionalmente, entraban periodistas, columnistas, locutores, que eran recibidos con cordialidad. Un saludo a lo lejos de varios de ellos. Dialogaban con la directora de Comunicación Social.

Astudillo habló SIN MEDIAS TINTAS con calidez y familiaridad de su trabajo. Hasta invitó al reportero a comer un pollo guisado en salsa de jitomate, con arroz y frijolitos. No había coca-cola, así que la compré afuera, en el autolavado.

Las horas pasaban y la actividad era incesante hasta pasadas las 4 de la tarde. Una comida y después el peluquero, don José Delgado, que fue llevado por Narno Leyva a una sala contigua al despacho del Ejecutivo. Todo era olor a pino o Fabuloso. Fragancias que inundaron los amplios recibidores de la residencia.

–¿Cómo estás? ¿Comiste bien? –me preguntó Astudillo.

–Muy sabroso el pollito.

–Una disculpa por la espera. Ya sabes cómo es esto.

–Lo sé y gracias por recibirme y dialogar conmigo.

Astudillo es muy cercano a periodistas. Desde 1987 lo conocí en la pequeña oficina que tenía junto al despacho del alcalde Florencio, en el zócalo. Era secretario particular del presidente municipal de Chilpancingo. Y allí nos hicimos amigos. Lo vi despuntar en la política, siempre ni muy cerca… pero tampoco muy lejos.

A las 11 de la noche, después de una maratónica reunión con pobladores del Alto Balsas que sostenían un diferendo con la empresa minera canadiense Media Luna, Astudillo abordó su Chevrolet Tahoe, tras despedirse de Florencio Salazar.

La Casa Guerrero fue apagando sus luces diez minutos después. Habían pasado casi 12 horas de estar dentro de sus oficinas y patios. Y después de tres o cuatro cigarrillos, que apaciguaron la ansiedad y la espera.

Nos leemos mañana… SIN MEDIAS TINTAS.