¿Suspender Nota Roja?

 

Felipe Victoria

 

Quienes de alguna manera ejercemos el periodismo ya estamos hasta la madre de que nuestro desunido y mal comprendido gremio, frecuentemente vilipendiado, sea el que pone los muertos y otros quienes cosechen beneficios.

Por ejemplo, al periódico Río Doce en Sinaloa, el asesinato cometido contra el escritor novelista Javier Valdez antier en Culiacán, le aumentará circulación de ejemplares igual que al diario nacional del que fue corresponsal, pero supongo que ambas empresas editoriales no cubrieron los servicios fúnebres, porque en crímenes proditorios los que apoquinan son los gobiernos para no verse mal, tras la supina negligencia en otorgar garantías a los comunicadores arriesgados por la clase de temas que abordan.

La editorial que tenga los derechos de las novelitas de Javier Valdez estará feliz, porque desde siempre los autores muertos venden más. Preguntémoslo en ultratumba a don Miguel de Cervantes Saavedra que jamás recibió regalías en siglos por su obra.

Cuando hace no mucho vino el autor sinaloense a presentar otro libro en Acapulco, la convocatoria no resultó numerosa pues esa clase de eventos culturales pocos aficionados tienen y como por estos rumbos los aires andan parecidos a los de Sinaloa, pocos se atrevieron a escuchar al valiente idealista y menos a comprarle algún ejemplar.

La incultura literaria en el promedio mexicano parece ignorar que se escriben y editan obras para venderse, no para regalarse pues, y esa        estadística alegre según la cual los mexicanos leen un libro y medio por año es una… balandronada, por decirlo suavecito.

Que sí existan personas que devoran libros “de todo” es como los garbanzos de a libra y las excepciones que confirman la regla, pero lo que es en Guerrero y en Acapulco son especie en extinción.

En fin, comienza la distracción de la opinión pública en lo que las autoridades sinaloenses fingen investigar los hechos para esclarecerlos a modo conveniente a fines oficiales, obviamente le echarán la pelotita caliente a la pobre PGR, para que también disimule y haga tiempo dejando que el caso se enfríe.

Claro que si el cuasi flamante gobernador de Sinaloa, Quirino Ordaz Coppel, se pone las pilas, se querrá legitimar capturando gatilleros o inventado chivos expiatorios, porque eso de meterse contra los autores intelectuales está en chino.

A propósito, el personal de Gobernación-CISEN comisionado en Culiacán debe tener expediente sobre el inquieto periodista y escritor donde consten hasta sus más secretas aficiones y cuestiones íntimas, además de datos sobre los mafiosos que pudieran sentirse ofendidos por el ahora difunto y hasta su haber patrimonial.

Ya decidirán qué hacer mientras cae el próximo periodista donde sea o algún otro escritor.

Por mientras unos días nos dejarán de lado a los guerrerenses con nuestra ardiente Tierra Caliente y la bien resguardada historia de cómo fue que autorizaron que se armaran grupos disfrazados de disque autodefensas, inspirados en las células colombianas de apoyo al capo Pablo Escobar, contra lo que jamás estuvo de acuerdo Miguel Ángel Osorio Chong, pero a regañadientes toleró que un gobernador caprichoso aplicara su mal entendida autonomía creando un engendro tipo de la historia de Frankenstein.

Subsidiaron al caudillo en ciernes Bruno Plácido Valerio y hasta lo orientaron a formar su tal UPOEG, a la que pronto le saltó               competencia rival por el botín: la FUSDEG.

Sin deberla ni temerla, ahora la bomba con la mecha encendida cayó en las manos del gobernador Héctor Astudillo Flores, que intentará desenmarañar la cadena de complicidades sin que corra sangre.

Hay ocasiones en que aquello del “borrón y cuenta nueva” resulta imposible y deberá revisarse minuciosamente la Ley 701 de los usos y costumbres de las comunidades indígenas, donde se sustentan las policías comunitarias de la CRAC, que jamás habían ocasionado problemas antes de que saltara a escena Bruno Plácido Valerio, el por ahorita todavía caudillo de un narcoejército clandestino de más de unos cinco mil elementos, al que está difícil convencer de que deponga las armas de misterioso origen.

Lo bueno es que ya vienen las lluvias para que no se nos ponga el llano en llamas, todavía.

-¡Tilín, tilín!- Suena la campanita escolar.

-Maestra Pizarrina, qué gacho asesinaron en Culiacán al escritor que vino a Guerrero hace poco a presentar una obra sobre cuestiones del narco.

-A Javier Valdez le decían que era el cronista, chamacos, pero eso fue allá, ¿qué me dicen de lo que le hicieron a los periodistas de acá el sábado?

-Que se den de santos que no los secuestraron y nada más les robaron su equipo de trabajo, teacher, ¿pero quién se los va a reponer?

-Las empresas editoriales donde trabajan o colaboran no creo, pero ya sabemos el recurso del mitote y protestas para que finalmente el gobierno pague los platos rotos.

-¿No sería más justo que comiencen a revisar las condiciones generales del periodismo en Guerrero?

-Eso es tema tabú desde hace mucho, sobran organizaciones, clubes y disque sindicatos de periodistas, pero a la mera hora ni son todos los que están, ni están todos los que sí lo son.

-¿Y qué tal si por mientras en todos los medios suspendieran la nota roja como si hubiera agonizado aunque el pueblo tiene derecho  de enterarse?

-Pues que informen los gobiernos municipales y estatal en boletines oficiales y punto, para que no se jueguen la vida de a gratis los reporteros, fotógrafos y comentaristas opinadores.