* Primer trimestre de vertiginoso trabajo

* Turismo: principal eje rector de desarrollo

* Astudillo enumera 5 retos para avanzar

 

Jorge Valdez

 

Acapulco es el símbolo del turismo en México.

Su nombre en Asia, Europa, África y Oceanía es referencia al paraíso que descubrieron “La Pandilla de Hollywood”, a finales de los años 50’s y toda la década de los 60’s. Era el punto de reunión de los grandes astros del cine estadunidense, a quienes se les veía deambulando en las callejuelas del barrio de la Playa, en el “Bar Chico”, o en el malecón contratando un yate para pescar.

Fue el destino preferido de luna de miel de los famosos como Frank Sinatra. O del secretario de Estado, Henry Kissinger, que llegaba a Las Brisas en un inadvertido viaje de descanso… hasta de un Sha de Irán y su familia huyendo de la guerra islámica.

Todavía lo frecuentan luminarias del espectáculo como Luis Miguel, en su prolongado retiro de escenarios.

Acapulco es el símbolo del turismo. Y Enrique Peña Nieto lo corroboró palabra a palabra.

Es el primer trimestre del 2017 en un vertiginoso cierre de actividades, todas, enfocadas al turismo y al relanzamiento de Acapulco, con sus claroscuros, insuficiencias y desaciertos. Acapulco los vale.

La magia de la bahía de Santa Lucía atrapó a más de un presidente de México, desde Miguel Alemán Valdés a la fecha. Hizo venir como inversionistas a los actores Sylvester Stallone, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger en su “Planet Hollywood”. Cautivó a JFK y Jacky Kennedy en su luna de miel, y enamoró a Maximino Ávila Camacho que adquirió el islote de Caleta-Caletilla como su casa de playa, luego se lo quitó el presidente Adolfo Ruiz Cortines.

Acapulco también fue refugio de un Tarzán en el ocaso de su vida, Johnny Weissmüller, cuyos restos descansan en el Jardín Valle de la Luz. En 1967, Carlos Trouyet construye a iniciativa de su esposa la monumental Cruz, de 42 metros, sobre los casi 500 metros sobre el nivel del mar, donde inhuman los restos de sus dos hijos Jorge y Carlos Trouyet, fallecidos en un percance aéreo durante su regreso de Acapulco a la Ciudad de México.

Son cientos de anécdotas que refieren la historia de Acapulco y sus protagonistas. Idearios y ocurrencias contrastan todas, pero tienen un mismo origen-destino: Acapulco.

El turismo fue la primera actividad, ni siquiera la pesca. Los clavados en La Quebrada fueron el descubrimiento, cuando albañiles en sus ratos de ocio se tiraban desde los riscos por mera diversión o puntada. Como les lanzaban dinero, lo vieron como un oficio. Y ya son íconos mundiales y poseedores del Guinnes, como Raoul García “El Chupetas”.

Todo es Acapulco. Avaricia y lujuria, de la mano. Vida nocturna interminable en sus más de cinco décadas de rompe y rasga.

En el Acapulco de hoy, el relanzamiento: una comunidad lésbico-gay se reúne en la develación de Juan Gabriel, en bronce, como un cristo redentor en su traje de lentejuelas y hace suyo un evento oficial dedicado a la memoria de quien eludió demostrar su preferencia sexual, con la sugerente frase: “Lo que se ve, no se juzga”.

Permanecen 5 retos enumerados por el gobernador Héctor Astudillo Flores, con el impostergable sino de la violencia por delante. Las obras de infraestructura vial, la zona económica potencial y el desarrollo sustentable para miles de familias guerrerenses en la Costa Grande, con sus miles de hectáreas de mango, copra, café, ajonjolí que no tienen mercado.

Peña Nieto vino a decir que cumplió su promesa, sí pero a medias. Pero lo hizo, no que otros…

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.