La mejor de las decisiones
Quinta parte
SADYHEL ASTUDILLO
Como el título lo sugiere, continuo avanzando en el tiempo y con ello recordando a las personas que han influenciado los caminos que me ha tocado vivir.
En esta ocasión comentaré acerca de la etapa universitaria y para no hacer el resumen tan extenso —porque dejaría de ser un resumen—, cuidaré que ustedes amables lectores hagan memoria y recuerden a las personas que fueron importantes en anteriores ocasiones, me refiero a nuestras etapas y vivencias que tuvimos en la preparatoria, secundaria, primaria y, los primeros recuerdos de nuestro hogar; de ese tema han sido las colaboraciones anteriores.
Si bien, el tema de la colaboración que se desarrollará en esta ocasión es uno de los que más se ha escrito en estas columnas, esto es debido a que conlleva una de las decisiones que considero más importantes de nuestra vida: la elección de la carrera/profesión. Pero, a diferencias de las anteriores y siguiendo el ritmo de las últimas cuatro, en esta ocasión abordaré mi caso en lo particular.
Mi elección de carrera fue la licenciatura como Químico Farmacobiólogo, en la Facultad de Ciencias Químicas de la BUAP. Pero, a diferencia de como constantemente he sugerido en este espacio, las dudas sobre esta decisión no ocurrieron mientras estaba por terminar la preparatoria, comencé a dudar de mi elección mientras cursaba el segundo semestre de la licenciatura.
Eran muchas y bastante diferentes las opciones que tenía en mente para estudiar una carrera, cada una apoyada por algún gusto que tenía —y aún conservo— o por habilidades a fines que desarrollé en la preparatoria; sin embargo y tras ponderar mi futuro, los consejos de mis amigos y familiares, y también —esto es algo muy importante y que todos debemos hacer—, tras informarme de que materias tomaría en cada carrera y en la medida de lo posible, platicar con un profesionista de esa área, mi elección fue convertirme en QFB.
Si algunos de ustedes lectores ya cursó o se encuentra en esta etapa en la universidad, ya conoce la emoción de ingresar por primera vez a la facultad, tomar la primeras materias que se relacionarán con el futuro, conocer a los nuevos compañeros que posteriormente serán sus colegas, siempre acelerará nuestro ritmo cardiaco.
En el particular caso de mi carrera, durante el primer año y siguiendo el mapa curricular, se llevan materias muy parecidas a las ya vistas en la preparatoria, así que, por ese lado mi emoción fue a medias, debido a ello y a mis pensamientos de: ¿”y si hubiera” elegido otra carrera? Surgieron las dudas sobre mi elección.
El temor haber hecho una mala elección, fue tema de conversación que tuve con familiares, maestros y compañeros. Al final de ellas decidí darme la oportunidad de terminar el año en la facultad —incluyendo el verano— y tras haberlo finalizado, tomar la decisión de desistir o seguir adelante.
Como ya se mencionó, el primer año es parecido a la prepa, se lleva matemáticas, física, química, inglés, etcétera. Así que, para variar un poco decidí hacer algo que nadie me aconsejó, pero me sentía en la necesidad de hacerlo: Elegí tomar en verano dos materias “sencillas” y una materia “pesada”, una asignatura que debería de llevar cuando estuviera un poco más adentrado en la carrera, una materia llamada: Fisicoquímica.
En mi salón de fisicoquímica solamente se encontraba una compañera de mi generación, los demás eran alumnos de generaciones adelantadas, que se encontraban “recursando” esa materia o por algún motivo la dejaron para después.
Vaya sorpresa que me llevé; si bien la materia no es difícil, como todas requiere dedicación y atención, pero en esta carrera es una materia fundamental para todo lo que llevaremos después, debido a su importancia y a su contenido, esa asignatura ocupaba dos horas en cada día de mi horario de verano. A pesar de ser compleja, a pesar de llevarla a diario y a pesar de que no estaba con mis compañeros, me atrapó; la materia logró despertar mi interés en lo que vendría después de ella y en lo que me depararía el futuro, tanta fue mi emoción que fui el único de mi salón que aprobó con la más alta calificación: diez.
He de mencionar que no debo todo mi agradecimiento a la materia en sí, la mayor parte de esa emoción, de ese deseo por saber más, se lo debo a la excelente maestra que tuve la valiosa oportunidad de ser alumno y de conocer en ese entonces, la Dra. Ma. Patricia Amador Ramírez.
Su talento y excelente docencia, además del gusto por transmitir sus conocimientos lograron despertar en mí la curiosidad y el interés por enfrentarme a las demás materias, además de mencionar que: no importa lo qué estudiemos, podemos tener gustos y talentos que quizá no sean afines a nuestra elección de carrera, pero no por ello significa que lo debemos de abandonar. Esas palabras valen oro y todos debemos tenerlas presentes.
Por ello dedico esta gratitud a la maestra que tanto me apoyó, no solo en esa etapa, si no posterior y recientemente. Muchas gracias por todo maestra Paty, con la seguridad que siempre seguirá superándose, le deseo lo mejor, a usted y a todos y cada uno de los maestros y maestras que tuve el fortuna de conocer en la Facultad que, por falta de espacio no podré enlistar aquí, pero si mantendré vivos sus recuerdos y enseñanzas.
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