* La psicosis generada por ejecuciones, real

* Osorio Chong debe admitir errores y fallas

* Fracaso estrepitoso la lucha contra criminales

 

JORGE VALDEZ REYCEN

 

Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, debe asumir el fracaso rotundo de toda la estructura de seguridad en los últimos tres años que Guerrero se desangra.

La psicosis que se vive en Acapulco y Chilpancingo es real. La migración imparable de cientos de familias guerrerenses víctimas de la violencia por grupos delincuenciales es dolorosa y genera impotencia e indignación la incapacidad de las autoridades de los tres niveles de garantizar seguridad y paz social.

Acapulco marca 156 ejecuciones a sangre fría desde septiembre a la fecha. Y no se trata de objetivos entre bandas rivales, sino miembros de la sociedad civil, servidores públicos, funcionarios, abogados, policías, transportistas, maestros, madres de familia, locatarios del mercado. En menos de 100 días los porteños viven en estado de shock, temerosos de subirse a un taxi colectivo, a un autobús urbano o caminar por las calles y ser víctimas de asaltos o alcanzados por balazos.

En la capital guerrerense el dirigente de los empresarios aglutinados en la COPARMEX es un manojo de nervios, como otros, cuyas vidas alteradas por la violencia los han obligado a huir con sus familias a otras entidades. No hay seguridad.

Los alcaldes de las regiones de Tierra Caliente y la zona Centro viven atemorizados, como el grueso de la población, por la presencia de grupos armados que operan y controlan el comercio a sus anchas. Se rige la ley del revólver, donde los operativos policiales son una franca burla, por sus inútiles esfuerzos de retomar el control y restaurar las condiciones de vida segura de la gente.

Osorio Chong no puede asumir un calculado recuento de daños, ni venir a pronunciar discursos o firmar hojas sin que haya en las calles, escuelas, hospitales, edificios públicos, una verdadera sensación de seguridad. Eso lo ha repetido en tres años y son suficientes para entender que los guerrerenses están hasta la madre de falaces promesas, del “ahora sí ya verán que vamos con todo” y resultó una treta, un engaño y la tomadura de pelo.

¿Dónde queda la fuerza del Estado? En entredicho, ante el fracaso estrepitoso de una lucha imparable, cruenta, dolorosa, donde las víctimas se suman a las estadísticas y se crean porcentajes negros o rojos de ecuaciones que traducen “a la baja” la delincuencia. ¿No se han dado cuenta que nadie les cree sus cifras alegres, en medio del dolor?

Frente a la temporada de fin de año que representa ingresos a una población que vive del turismo, se anuncian espectaculares operativos, pero sólo en la Costera. Ni siquiera en Pie de la Cuesta o La Sabana. Ni en los barrios del Teconche o La Candelaria, ni del Hueso o la Cuerería. ¿Qué es eso? Se preguntan los genízaros de Renato Sales Heredia.

Muerte, zozobra, psicosis, desempleo, inseguridad, son palabras que se desgastan en el día a día de los guerrerenses. Ni Osorio Chong y sus discursos enérgicos que dan fachada a su proselitismo presidencial conocen del dolor de ver acribillado a un familiar o amigo.

Incapacidad manifiesta del Gobierno Federal que ve a Guerrero desde el altiplano como un pueblo ingobernable, montaraz, ahogado en su propia sangre. “Fosalandia”, como una turista de la burocracia bien remunerada de los Derechos Humanos lo redefinió y restregó en la zalea de los miles de muertos enterrados.

Guerrero ya no puede esperar la ayuda “humanitaria” de un Gobierno Federal omiso, fastidiado, dolorido de su ineficacia y fracaso. Guerrero sufre con sus muertos su propia desesperanza y agonía. Así de simple y contundente es nuestra triste realidad… SIN MEDIAS TINTAS.