¿Quo Vadis México con Peña Nieto?

 

Felipe Victoria

 

Las tribus acérrimas enemigas amarillas de disque izquierdas guerrerenses ya tendrán en qué entretenerse algunos días vitoreando a la mujer que ocupa ya la Secretaría General del PRD, a un lado y debajito del externo que se consiguieron con tal de que ella no pudiera ser la mera mera, pues el machismo misógino lo traen en la piel.

Aquí en el territorio sureño denominado Guerrero, en homenaje al gran Caudillo oriundo de Tixtla, desde octubre de 1849, las cosas siguen casi como de costumbre, con la nota roja a todo lo que da y por lo que hemos perdido la capacidad de asombro, mas no el espantarnos por lo que pudiera suceder con la inseguridad pública.

El desbarajuste entre una decena de cartelitos y gavillas sigue con su despiadada guerra sucia ajustándose cuentas, en tanto se disputan a sangre y fuego el control de plazas y rutas en las regiones del estado, para colmo con “policías patito” semiclandestinas en las que se infiltraron y disfrazaron algunos mañosos pueblerinos sin nociones de legalidad.

Ni siquiera ponerse exigentes con el nuevo gobernador Héctor Astudillo Flores para que de golpe y porrazo, como por arte de magia, impusiera la paz en donde desde hace diez años dejó de existir la gobernabilidad y el orden, a manos de criminales de mala ralea apadrinados y protegidos por algunos políticos voraces, que se disfrazaban de corderitos amables y no midieron las consecuencias de sus ambiciones perversas, traicionando sus juramentos constitucionales.

A nadie conmueve ya que se descubran fosas clandestinas dondequiera y a los que molesta e indigna es a los miembros de la cámara de la industria funeraria, por las pérdidas que les reporta esa costumbre de sepultar a cristianos en el anonimato.

En fin que está dura la cosa por aquí y Héctor Astudillo Flores, junto con Florencio Salazar Adame, iniciaron como sea la aventura de ir en busca del orden, la seguridad y la paz perdida, como en las gustadas películas de Indiana Jones, pero más preocupante de plano está el panorama nacional.

En la contraportada de mi novelita “Plata o Plomo II” aparecida el 6 de septiembre de 2012 apunté:

“Una repetida amenaza de estallido social por caprichos poselectorales y obsesiones de poder ensombrece el panorama de la transición de poderes en México para finales del 2012 y eso pone muy nervioso al Tío Sam.

“Si turbas enajenadas deciden rebelarse apoyando a quien perdió las elecciones por no anularlas a su capricho, la seguridad y la soberanía nacional sufrirán un grave descalabro. ¿Hasta dónde influye en esa posibilidad la perversa simbiosis entre autoridades civiles, corporaciones policiacas y las fuerzas armadas amafiadas con el imperio del narcotráfico?”

En otro segmento plasmé:

“Dos sexenios de tolerancia disimulada son demasiados, ya cobraron decenas de miles de muertes y se tradujeron en inseguridad, miedo y angustia de los mexicanos decentes que ahora extorsionan las mafias organizadas sin que nadie se atreva a marcarles el alto.

“¿Qué tendrá que hacer el próximo gobierno para poner en paz el país y recuperar el orden?, ¿qué los habitantes para no optar entre vengar nosotros mismos los agravios o rezar?” Hasta ahí lo asentado en la contraportada.

El tiempo vuela y han transcurrido casi 36 meses desde que Enrique Peña Nieto asumió el mando entre acciones vandálicas de los seguidores del personaje que le juró no dejarlo gobernar en paz, y por desgracia se lo ha cumplido cabalmente, mientras su equipo humano en los mandos burocráticos no da pie con bola para someterlos al orden y ha tenido miedo de aplicarles la ley lisa y llanamente como corresponde.

La maleza no fue arrancada a tiempo y ahora el llano mexicano comienza a estar en llamas, sobre todo en estados del sur mexicano como Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán, sin olvidar a Puebla, Morelos y el Estado de México, pero en su arrogante ignorancia e incompetencia, los de la aristocracia de la burocracia fingen no ver el peligro para la seguridad nacional y creen engañar al pueblo con sus discursitos, festinando el feliz mundo virtual que los de arriba se imaginan desde sus posiciones privilegiadas.

No se dan cuenta de que los jodidos  sí nos damos cuenta y de que la paciencia y prudencia popular están al tope, no tardarán mucho los mal gobernados en optar por solucionar ellos mismos los problemas de inseguridad e injusticia en este país de ciento veintitantos millones de habitantes, de los cuales ni medio millón son soldados, marinos y policías, y en cambio los sicarios armados del narco rebasan el millón. El fantasma de los linchamientos y la primitiva Ley del Talión ya flotan de nuevo en el ambiente.

Claro que si puede haber solución: desechar lo que no funcionó, barrer de arriba hacia abajo, hacer que algunos devuelvan los recursos públicos de que indebidamente se apropiaron y decretar cero tolerancia a la impunidad y la corrupción; ojalá y pueda ser sin otra revolución. Mientras, lo último que nos queda es la libertad de expresión.