Eudocio Téllez

 

Nada mejor para un gobernante que rodearse de un equipo sólido, probado y con experiencia en el arte de la política y las finanzas. Tal es el caso del gobernador Héctor Astudillo que cuenta con dos piezas claves: Florencio Salazar Adame y Héctor Apreza Patrón, para enfrentar y superar la crisis política y económica que yacía soterrada y que los sucesos de Iguala destaparon.

Ellos son dos alfiles del tablero político que le permitirán al gobernador a recobrar el papel central del estado y en particular del gobierno, en la toma de decisiones políticas, a la reconstrucción de la capacidad administrativa y a rescatar el equilibrio hacendario. Como es sabido, en Guerrero, el gobierno perdió el rumbo desde que los fenómenos meteorológicos “Ingrid” y “Manuel” afectaran a más de la mitad de su territorio y por si fuera poco, la barbarie cometida en contra de los jóvenes de Ayotzinapa, le vino a dar la puntilla al régimen de Ángel Aguirre, seguido de la incapacidad e improvisación que enredaron las gestiones tanto políticas como económicas de la administración del interregno.

Pero fuera de esta coyuntura, amplios sectores de la sociedad esperan acompañar al Ejecutivo estatal en su tránsito de la democracia como forma de gobierno, hacia la democracia como gobierno con capacidad gubernativa, que resuelva problemas sociales, encuadre exitosamente los conflictos, abata los delitos, formule políticas adecuadas y preste servicios de calidad. De ahí la importancia que Astudillo haya colocado en las secretarías más sensibles de su gabinete a dos destacados políticos, que se espera cumplan a cabalidad con su cometido, que sabrán tender los puentes para que los ciudadanos y las agrupaciones de la sociedad civil puedan participar en los temas de la agenda de gobierno y la política pública. Porque hoy en día el éxito de un sistema democrático pasa por una ciudadanía informada, participativa e interesada en los asuntos públicos, pero también comprometida y corresponsable con el bien de su comunidad.

Es relevante su nombramiento porque poseen habilidad política para mantener la comunicación y el equilibrio con el Congreso local, para que ambos poderes emanados del voto popular hagan un solo frente que permita sentar las bases que lleve a la entidad al desarrollo político, económico y cultural del estado y dar respuesta a las demandas sociales por bienes y servicios de importantes núcleos de población afectados en sus condiciones de vida por la pobreza, con una bolsa de recursos escasos que es obligado racionar con disciplina y orden administrativo. En las condiciones económicas actuales es exigencia ineludible el ajuste financiero, lo que significa reducir costos de operación y el dispendio de la administración pública, en contrapartida de un alto desempeño y rendimiento del personal de gobierno. En resumen, la administración gubernamental actual sería inviable si no descansa en una gestión financiera rigurosa y sostenida.

Por otra parte, los signos de ingobernabilidad que recién vivió la entidad, debido al bajo desempeño progresivo del estado, tiene raíces ancestrales y profundas en su geografía y en el acceso desigual a las oportunidades y a la riqueza de algunos sectores de la población, dando pie a que grupos radicales, a través de discursos ideológicos, intentaran con un plan orquestado por otras organizaciones beligerantes nacionales y extranjeras de crear ambientes de inestabilidad política y el debilitamiento de la actividad económica, o en el peor de los casos producir conflictos crecientes y permanentes. Este escenario es recurrente en las democracias débiles y es consecuencia de la incapacidad de los gobiernos para cubrir todas las demandas sociales, lo que provoca el desbordamiento de presiones y actos fuera de la ley de aquellos que mantienen la expectativa de que la democracia liberal puede dar respuesta a todos sus problemas. Esto nos lleva a una interrogante: ¿Cómo evitar que el gobierno sucumba ante esta realidad, por insuficiencia directiva? Ante la ausencia de las fortalezas fiscales, una vía sería refundar el gobierno a partir de la construcción de una gran alianza con actores sociales destacados (económicos, científicos-tecnológicos, morales, profesionales, etc.) y convocarlos a un trabajo conjunto, perfilando así un proceso directivo de la sociedad, reservándose el estado el papel de agente integrador del proceso. Por ello, insisto, los nombramientos de Florencio Salazar Adame y Héctor Apreza Patrón fueron quizás una de las decisiones más acertadas del gobernador.