David Martínez Téllez

Andrés Manuel López Obrador buscó la presidencia durante 18 años.

En ese lapso arremetió contra Cuauhtémoc Cárdenas, y, se impuso a Marcelo Ebrard. Se registró de manera anómala como candidato a jefe de gobierno de la Ciudad de México. Recorrió el país a tierra por todos los municipios. 

Por lástima o por empeño la sociedad mexicana le otorgó la confianza y por fin en 2108 ganó la presidencia.

En la mayoría de sus mítines se llevaba casi una hora. Eran tediosos y poco atractivos, hasta que llegó a la presidencia y sale todos los días a “reforzar su verdad”.

¿La gente le cree?. Si, por supuesto que le cree porque se ha convertido en el padrino social. O, en una especie de Rey Mago (o Santa Claus mexica, en lugar de barba blanca se usurpa el cabello) y con ello regala dinero. Doblega a la necesidad y se mete en el sentimiento de la gente.

En sus primeros años de gobierno aplicó su popularidad entre el respetable. Se dejaba acercar a la gente. Lo vitoreaban.

En esos 18 años de candidato a la presidencia prácticamente se mecía entre los brazos de la gente. Era una especie de madera sobre la marea del populacho. Se dejaba llevar por el empuje social y no traía seguridad. No solo era ídolo, era Dios.

Sin embargo, el poder desgasta.

Se toman decisiones que lastiman a algunos sectores sociales.

Ahora los maestros y los acapulqueños son unos provocadores que quieren lastimar no solo a Andrés Manuel sino a la investidura presidencial.

Dada su experiencia política entiende que ante una situación de conflicto social lo mejor es no entrar en ese territorio. Ha preferido mantener su popularidad que estar en el lugar de las tragedias. Aquí le van a reclamar. Le van a decir que ha cometido errores.

Pero perseverante como es (otros le dicen necio) sostiene que “vamos bien y muy bien”.

El primer apremio fue la caída de la línea 12 del Metro. Hubo decesos y el presidente no se apareció.

Luego llegaron los fenómenos naturales en Sinaloa, Tamaulipas, Veracruz, Tabasco, Michoacán y Chiapas; tampoco se vio su presencia. Como tampoco la ayuda.

Y no llegó la ayuda porque ya no existía el Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN). Dinero que destinó a sus proyectos, los cuales los ha inaugurado y siguen inconclusos.

El evento más patético en la toma de decisiones ha sido Acapulco. El puerto está devastado. El presidente ya tomó la decisión de no ayudarles, “porque no es asunto del otro mundo que se autoconstruyan” sus casas.

La popularidad comienza a verse afectada. Mitofsky, por ejemplo, nos señala que hace un mes el presidente se encontraba en 58.8; hoy se ubica en 56.3; es decir, dos puntos y medio menos.

Los “provocadores” junto con sus determinaciones están minando la imagen presidencial.  La campaña política apenas ha comenzado.