David Martínez Téllez

Anunció su deceso físico e invitó al vecindario al acto fúnebre no mas para ver quiénes irían.

El acto literario de defunción se hizo realidad y el cortejo mortuorio paseó por calles donde asistieron unas 100 personas.

El propósito: saber en vida quienes lo recordarían si llegara realmente a morir.

Avisó de su fallecimiento a los 84 años de edad. Era creíble.

Dos años antes había enviudado; la soledad había invadido el hogar. Los hijos, adultos y profesionistas, ya caminaban sus vidas familiares en otros lares. Verosímil su deceso.

Al acto tétrico se unieron una centena de visitantes. El occiso contrató una camioneta descubierta con fines de usarse como carroza y subieron el féretro. Encima del cajón se encaramó el cuerpo supuestamente extinto. Desde esa posición saludaba a los curiosos.

A muchos internautas les pareció chusco el acto del supuesto moribundo. Pero a las autoridades les parece una acción violatoria de la vida civil. En estos momentos están investigando el porqué se hizo pasar por difunto, ya que supuestamente viola la tradición y le falta respeto a los muertos de China.

Lo que se sabe del anciano es que se apellida Shang y que se gastó “de manera divertida” 2mil 900 dólares. Algo así como 52 mil pesos mexicanos, al tipo de cambio de 18 pesos por billete verde.

Supongo que Shang satisfizo su curiosidad para conocer la lealtad de sus “verdaderos amigos”también sospecho de calificar de estupidez gastarse una pequeña fortuna en satisfacer una banalidad.

En México se ha arraigado la idea de que nada traemos a la vida y nada nos llevamos; es decir, que lo mejor hubiera sido que ese dinero lo disfrutara en si mismo, ya sea en bebida o alimentos o en su vestimenta.

Shang fue audaz, y, como pocos, se ríe de la muerte y se solaza con los vivos.