• * Frustran “Conspiración Mongol” en Congreso
  • * Se rompe la “docena golpista” de diputados
  • * Toño Helguera recibe espaldarazo de Adela

Jorge VALDEZ REYCEN

Las caras duras, dibujaban torcidas sonrisas. Eran muecas, de una fingida (y fallida) estrategia golpista para tumbar a Antonio Helguera Jiménez del liderazgo de la bancada de Morena y de la Junta de Coordinación Política. El Congreso del Estado (otra vez) bajo fuego amigo, en otra vuelta más a la tuerca de la división y la crisis de identidad, donde ninguno sabe lo que es tener espíritu de pertenencia.

¡Hasta para eso son malos!

La tormentosa intentona comenzó desde el viernes pasado, reuniendo a “la docena golpista” que tendrían que firmar un escrito. Eran 12 de 22 los que calladitos, en paso ceremonial, iban a venían a la Sala “José Francisco Ruiz Massieu”. Doce en la “Conspiración Mongol” que tenían prohibido usar celular, whatsapp, messenger ni nada que los delatara en su urdimbre palaciega separatista.

Helguera sufrió. Su rostro era la viva imagen de la derrota, el fin de semana. El lunes las cosas cambiaron: se rompió el 50 por ciento de los diputados que pidieron su remoción, destitución o cese de la Jucopo y del liderazgo de la bancada Morenista. El martes, la “docena golpista” reunía solo a once… mermaba y se diluía la precaria formalidad de obtener los 12 legisladores con sus firmas avalando la separación de Helguera.

El mismo martes Helguera presidió la Jucopo y midió la potencialidad de la revuelta interna. El “fuego amigo” tenía a Netzahualcóyotl Bustamante Santín como el principal operador y artífice del golpe frustrado. Sus filtraciones de manejos financieros (en un intercambio de patadas, bajo la mesa) supuestamente ordenados por Helguera, lo pusieron al descubierto. Evidentemente la confianza se había escapado por las ventanas. Pese a que una puerta lo separaba del despacho de Helguera, ésta se convirtió en un muro blindado, donde las miradas de desconfianza dejaron el reojo y el disimulo de lado.

Fue una sesión rutinaria, monótona, superficial, porque lo intangible, casi imperceptible, eran otra vez las llamadas a reunirse en el estacionamiento, bajo los “ficus benjamín”, en la “Mongol’s Conspiration”, versión región 4T.

Salieron los lentes zoom de 300 milímetros desde atrás de los bustos de Morelos, Hidalgo y apuntaron a los susurrantes hombres y mujeres que hacían “team-back” medio disimulando como que se iban a comer, pero les faltaba “alguien” y se regresaban al salón de sesiones, oooootra vez a susurrar, en secrecía, lo que parecía haber abortado.

Luis Enrique y Arturo se colocaron bajo el acceso exclusivo de los diputados y capotearon las preguntas sobre la “Mongol’s Conspiration”. Reían, con dificultad. “Mañana vamos a dar nuestro posicionamiento, como lo dijimos”, dijo el suplente de Pablo Amílcar. Arturo lanzó una cortina de humo: “son cosas del poeta que nos mandan a sus emisarios para golpear nuestras formas de ponernos de acuerdo”.

En el salón de sesiones pusieron a guardias a no permitir el acceso a periodistas. Helguera se puso el saco azul y comenzó el paseíllo, como torero que dará la alternativa. En el burladero, los mugidos eran sordos, con los cuchicheos. Zeferino se apartó y se colgó del celular laaaargo y tendido. Perla Xóchitl pidió retirar su firma de “la docena golpista”… y el cerco se rompió.

Ya eran 11 de 23… y se confirmaba lo dicho: ¡Hasta para eso son malos!

La presencia de Adela Román Ocampo fue factor preponderante para evitar la crisis anunciada en el parlamento guerrerense. No lo dijo, pero el cierre de filas en torno a Helguera fue como si lo hubieran hecho en público, con chile frito y porras.

Por eso se veían las caras duras y las sonrisas torcidas. El peor golpe fue al ego… ese sí dolió.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.