ALEJANDRO MENDOZA

Andrés Manuel López Obrador tiene un alto respaldo popular a pesar de las estrategias de sus adversarios políticos por desacreditar las acciones de su gobierno. Todos los diarios nacionales e internacionales dan constancia de tal situación.
El analista político, Jorge Zepeda Patterson, delineó en el diario El País, un profundo bosquejo de la forma en cómo AMLO ha sacado lo mejor de las crisis que ha enfrentado su gobierno en estos primeros meses.
Es cierto que las crisis sirven para sacar lo mejor y lo peor de las personas, y en el caso de la tragedia de Hidalgo ha mostrado más para bien al gobierno de López Obrador.
Resulta también interesante que su popularidad creció y ahora roza del 90% de aprobación a nivel nacional, de acuerdo con una encuesta realizada por el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE) y que medios de comunicación difundieron a nivel nacional e internacional. Esto a pesar de que el PAN, PRI y PRD trataron de usar políticamente para que dañar la imagen de AMLO.
La reacción de López Obrador después de la explosión al acudir y conversar con los habitantes de la región ayudó mucho y fue una estrategia efectiva. En caso contrario, Enrique Peña Nieto nunca se atrevió a visitar Ayotzinapa en los cuatro años que siguió gobernando tras la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal.
La marcha de ayer domingo es una muestra del apoyo que ha logrado AMLO por todo el país, situación que no se había visto desde hace décadas en México.
Zepeda destaca que AMLO ha dado muestra de su capacidad en estas últimas semanas en un ejercicio de Gobierno en tiempo real. Para cualquiera que esté sintonizando las llamadas “mañaneras” sabrá a qué me refiero. Producen la misma sensación que podría uno experimentar en un restaurante en el que se come acompañando al cocinero que trajina alrededor del fogón.
El presidente se reúne a las seis de la mañana con aquellos miembros del Gabinete que exija la agenda del día y, al salir, poco después de las siete de la mañana ofrece una conferencia de prensa en la que revela lo allí tratado. Luego responde una docena de preguntas sobre cualquier cosa que se les ocurra a los reporteros: desde la crítica de un gobernador o un rival político ventilada en los medios, hasta los reclamos por incongruencia o el desacuerdo con detalles técnicos anteriormente informados.
Pese a la tendencia del presidente a pontificar generalidades sobre la corrupción, tampoco escamotea detalles. En una sesión, por ejemplo, informó, a preguntas expresas, que la camioneta en que viaja afuera de la ciudad no es blindada; que los últimos días ha estado durmiendo en Palacio Nacional en un departamento que ya estaba habilitado y que quizá se mude allí cuando su hijo termine un curso en la escuela, aunque precisó que esa es una decisión familiar por tomar; que no ha visto la ficha sobre su persona de los servicios de inteligencia de gobiernos anteriores, pero que pronto la verán todos porque decidió abrir absolutamente todos los expedientes.
La velocidad con la que avanza López Obrador tiene un poco descolocados a los periodistas y a la comentocracia del país. En la medida en que esta conferencia de prensa nutre los temas noticiosos del resto del día, la edición en papel de los periódicos con la información del día anterior nace obsoleta. Los columnistas y editorialistas, acostumbrados a definir la agenda al desmontar matices y consecuencias de las acciones del soberano, y a que sus comentarios reboten dos o tres días en tertulias y charlas, ahora descubren que cuando ellos van, el presidente ya viene de regreso. Cuando apenas comienzan a discutir lo de las pipas adquiridas sin licitación, a las siete de la mañana el mandatario ya ha sacudido el día al informar de que los expedientes del CISEN serán destapados.
El tiempo acelerado en el que vive López Obrador ya ha pasado factura a su equipo. Y no me refiero solo a las jornadas de 18 horas que están poniendo a prueba la resistencia de más de uno de sus octogenarios colaboradores. Otros de ellos han probado que no están a la altura de la encomienda, algo que en otro sexenio habría tomado años advertir.
El hiperactivismo del presidente y su microgestión acelerada producirán aciertos y desaciertos, propuestas y ajustes continuos. Pero por lo mientras el respaldo a AMLO es innegable y su lucha contra la corrupción ha generado todavía más simpatía popular como presidente de México, aún de aquellos que eran detractores políticos, aunque muchos no lo pueden decir públicamente, aunque quisieran.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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