* Pretende diputada de Morena prohibir ¡la polémica!

Jesús Lépez

El colmo de la diputada de Morena, Mariana García Guillén, es elaborar una iniciativa para que el presupuesto de Comunicación Social no se utilice como disuasivo de la libertad de expresión, para acabar proponiendo exactamente eso, que las dependencias gubernamentales no contraten publicidad con medios de comunicación que generen polémica.
La polémica, según el diccionario de la Real Academia Española, significa discusión y controversia, que es a su vez la discusión de opiniones contrapuestas entre dos o más personas.
Prohibir la polémica, es desconocer además su papel como legisladora que debe discutir con sus pares en el Pleno y en las comisiones legislativas sus diferentes opiniones sobre las iniciativas y asuntos que desahogan.
La controversia en los medios permite que actores de la sociedad civil participen en la discusión de los grandes temas políticos y sociales, lo cual ofrece a los ciudadanos diferentes puntos de vista para construir sus propias opiniones respecto a esos tópicos.
También permite a la oposición a cualquier régimen, expresar su desacuerdo. Lo debe tener claro porque, quiérase o no, los medios de comunicación fueron la tribuna a través de la cual Andrés Manuel López Obrador expresó libremente sus duras críticas al sistema político mexicano generando… ¡polémica!
Transcribo el artículo 25 de la iniciativa:
“Las autoridades evitarán contratar publicidad oficial en medios que vulneren los derechos humanos (ok), fomenten las noticias falsas (súper bien) e impulsen contenidos amarillistas que generen polémica (¿?) y transgredan la integridad o el prestigio de las personas involucradas (en esto otra vez ok)”.
¿Qué se debe entender por “contenidos amarillistas que generen polémica”?
La Real Academia define la palabra amarillista como un adjetivo propio de la prensa o de una información sensacionalista. A su vez sensacionalista es relativo al sensacionalismo, que significa tendencia producir sensación, emoción, con noticias, sucesos, etc.
Una denuncia de corrupción genera una sensación: indignación.
Informar sobre un crimen, como el ataque armado en un evento humanitario de la Cruz Roja en Taxco, genera enojo.
Informar sobre el número de asesinatos que se cometen diariamente, genera una sensación de impotencia.
Dar a conocer que a un día de que López Obrador dijo prácticamente que no perseguirá la corrupción de sus antecesores porque llenaría las cárceles y que a unas horas fue a tomarse la foto con él, Evodio Velázquez, el cuestionado ex alcalde de Acapulco, genera risa en algunas personas, y enojo en otras.
Que un partido opositor al régimen que sea, discrepe de alguna medida o política pública, también puede generar una sensación de empatía en algunos sectores y de molestia entre las personas afines al gobernante y a éste mismo.
Luego entonces ¿quién determinará si un medio de comunicación es amarillista y cuál no lo es?
Si. La respuesta correcta es ¡el gobierno!, con lo que a final de cuentas el presupuesto se utilizará como instrumento de presión para influir en las líneas editoriales.
De hecho, la misma iniciativa condiciona a gastar el 10 por ciento de los ingresos por publicidad oficial en capacitación, lo cual ya es invasivo de las decisiones que competen exclusivamente a cada empresa.
Aunque la diputada o sus brillantes asesores lo duden, los medios cuentan con gente más profesional y capacitada de lo que sus prejuicios suponen en esta iniciativa de Ley Mordaza con la que pretenden prohibir la polémica y ponerle un bozal a los medios, a la oposición y a los ciudadanos, que sin ser diputados o funcionarios tienen el derecho de participar en la discusión pública de los temas que les afectan.
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