Alejandro Mendoza

Resultan interesantes los primeros ejercicios que se observan en la nueva configuración política del poder en Guerrero con las expectativas trazadas en la mayoría de espacios de poder que ganó Morena, en ayuntamientos y el Congreso del Estado. Bien dicen los estudiosos del tema que el poder únicamente se ejerce. Y Pablo Amílcar, dirigente estatal y coordinador de la bancada morenista, lo hace a su entendimiento. Y el gobernador del estado, Héctor Astudillo Flores, también.
Tomando como referencia a Manuel Castells, autor de la obra ‘Comunicación y Poder’, hay un razonamiento de fondo que se debe poner en la mesa sobre el ejercicio del poder. En coincidencia con la teoría de Talcott Parsons se debe comprender la fórmula poder sobre y poder para.
En un sentido general, el poder es la capacidad para perseguir y lograr objetivos mediante el dominio de lo que nos rodea. Y en este contexto se debe argumentar que unos actores políticos, sociales o empresariales, ejercitan poder sobre otros actores a fin de tener poder para lograr sus objetivos.
Y es justamente esta fundamentación que permite comprender por qué la gente está decepcionada de la práctica política prevaleciente. Los políticos quieren el poder sobre otras personas a través de los medios institucionales que logran con el voto ciudadano, para cumplir objetivos netamente personales o intereses, regularmente de tipo económico.
Pero hay que entender que el poder no se localiza en una esfera o institución concreta, sino que está repartido en todo el ámbito de la acción humana. Sin embargo, hay manifestaciones concentradas de relaciones de poder en ciertas formas sociales que condicionan y enmarcan la práctica del poder en la sociedad en general imponiendo la dominación. Es así como se entiende más claramente que el poder es relacional, y la dominación es institucional.
Andrés Manuel López Obrador tenía poder por el amplio respaldo popular con que contaba con su Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena) desde antes que fuera electo presidente de México, pero ahora ya con esa investidura institucional puede tener dominación sobre lo que llamó la “mafia del poder”. Antes no. Y es que el fundamento de todo Estado, es la fuerza.
Ahora bien, algo interesante es que no existe contradicción entre dominación por la posibilidad de recurrir a la fuerza y los llamados discursos disciplinarios. Por ejemplo, el caso ocurrido con los tres diputados del Morena que cuestionaron a su coordinador Pablo Amílcar, no asistieron a la sesión en la que se eligió las comisiones legislativas y al final terminaron sentados en una mesa para arribar a acuerdos, pero la sombra del gobernador Héctor Astudillo Flores estuvo en el asunto. Todo al final queda reducido en discursos y acuerdos políticos dentro del juego de poder.
Geoff Mulgan ha teorizado sobre la capacidad de ejercer el poder mediante la articulación de tres fuentes de poder: violencia, dinero y confianza. En sus palabras se explicaría así: Estas tres fuentes de poder sustentan el poder político, el poder soberano para imponer leyes, dar órdenes y mantener unidos un pueblo y un territorio…el Estado concentra fuerza mediante sus ejércitos, concentra recursos mediante su tesoro público y concentra poder para moldear las mentes, en los últimos tiempos mediante los sistemas de educación y comunicación que son aglutinados de los modernos estados-nación.
De las tres fuentes de poder, la más importante para la soberanía es el poder sobre las ideas que dan lugar a la confianza. La violencia sólo puede usarse de manera negativa; el dinero sólo puede usarse de dos formas: dándolo o quitándolo. Pero el conocimiento y las ideas pueden transformar las cosas, mover montañas y hacer que el poder efímero parezca permanente.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz
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