Alejandro Mendoza

Es bastante decepcionante darse cuenta de personas que aparentan lo que no son. Llegan con una disposición tal que se van ganando la confianza de todos y de los jefes, pero llevan en el fondo una pretensión malsana y ambiciosa. A cómo dé lugar comienzan a ganar terreno y a desplazar a gente.
En tal sentido se obsesionan con la idea de suplantar a quienes están arriba de ellas y son capaces de hacer cualquier cosa con el objetivo de lograr sus malévolos planes. Y el gran dilema es que se aprovechan de la buena fe y buena intencionalidad de quienes los cobijaron en el momento más crítico y difícil de su vida.
De una u otra manera todos tienen alguna experiencia desagradable de estas conductas humanas. Algunos aprenden de lo vivido, lo superan y siguen adelante, mientras que otros se empantanan en el odio y el rencor hundido en la frustración y el desánimo.
Algunos consideran que tales acciones representan un abuso de confianza en donde la persona abusa de la víctima. Uno de los abusos de confianza más comunes es la apropiación indebida de bienes, aprovechando que la víctima le concede el uso o la tenencia de dicho bien.
Aunque desde luego hay otros ejemplos como prestar servicios sin documento de por medio, como convenios o contratos, por la confianza depositada y estos no ser remunerados, prestar un vehículo u otra propiedad a un vecino, un empleado que hace mal uso de un negocio o del nombre de éste, un supuesto vendedor que toma el dinero, promete entregar el producto y no lo hace y no devolver un bien prestado (por ejemplo, un libro).
Sin embargo, en la práctica diaria de la vida se van acumulando casos de abusos de confianza. Se dan en la familia, en el trabajo, en el gobierno, en la política, entre los amigos, en la procuración y administración de justicia, en la religión, en fin, en todas las áreas de la sociedad.
Algunas definiciones consideran el abuso como la acción y efecto de actuar premeditadamente. Este verbo supone usar mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente algo o a alguien, según detalla el diccionario de la Real Academia Española (RAE).
La noción de abuso puede aplicarse de distintas maneras para formar diversos conceptos. Un abuso de autoridad, por ejemplo, es aquél que comete un superior cuando se excede en el ejercicio de atribuciones frente a un subordinado, generalmente humillándolo y forzándolo a realizar tareas que no forman parte de sus obligaciones, o bien a trabajar más horas de las pactadas sin aumentar su remuneración.
También es terrible el abuso de fuerza que acontece cuando una fuerza de seguridad, como la policía, ataca violentamente a un civil, haya sido provocado o no, ya que de ninguna manera puede justificarse la violencia contra el pueblo por parte de quien promete protegerlo; es muy común presenciar este tipo de abuso durante el transcurso de una manifestación pública. Este término está vinculado al abuso de superioridad.
El abuso de confianza, por otra parte, supone una infidelidad que realiza alguien contra una persona que, por descuido, inexperiencia o cariño, le ha dado un espacio en su vida. Si bien el concepto comparte el término “abuso”, resulta uno de los menos graves, dado que en general acarrea un uso desmedido de objetos prestados, o repetidas faltas de respeto tales como visitas sin haber recibido invitación y en horarios complicados.
Por extensión también suele aplicar en situaciones que normalmente no constituyen delito, aun cuando de por sí son moralmente censurables por motivos de ética y buenos principios.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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