Crónica de una tormenta perfecta

 

Jorge VALDEZ REYCEN

 

A sangre y fuego.- “Parecía una competencia entre dos bandas para ver quién quemaba más tráileres o camiones”. Los Tequileros contra la Familia Michoacana. A los segundos los vinieron a apoyar desde Michoacán y Estado de México. Fueron 36 horas de furia desatada. La presencia del Ejército, Marina, Policía Federal y Fuerza Estatal con Policías Ministeriales de la Fiscalía (una fuerza de tarea de mil hombres en promedio) contra no más de 200 delincuentes, a lo sumo, apoyados con escudos humanos de población civil.

Escenario atípico por donde lo vea. Mujeres insultando a uniformados, al estilo calentano. Ejecuciones de sicarios e incineración de cuerpos. Capturas de jefes de plaza, un frustrado intento de atacar dos helicópteros e inmovilizarlos con lanza-granadas en las cercanías de Tlapehuala. Los bloqueos en 18 puntos de la carretera federal, la quema de 44 unidades. Todo en 36 horas de ultraviolencia. Era la tormenta perfecta.

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Periodistas bajo ataque.- Los siete periodistas viajaban en dos camionetas: una Jeep Patriot, propiedad de Sergio Ocampo y otra Jeep Liberty, al parecer rentada por enviados extranjeros. Regresaban de la “zona cero” casi al anochecer. Habían quedado varados en los bloqueos. No avanzaron a San Miguel Totolapan, porque las condiciones ardían. Aun así, obtuvieron imágenes de bloqueos.

Los 100 sicarios les marcaron el alto. Iban por las camionetas que usaban periodistas, suena la lógica explicación de quien ya sabía de ese modus operandi de los niños-narcos. Los despojan de todo y cuando confirman que son reporteros, optan por liberarlos en la Liberty, al parecer rentada, bajo amenazas de volverlos a detener y quemar vivos en la unidad si los denuncian en los retenes. Todos, los siete, en fuga hasta Chilpancingo.

En otras circunstancias, serían los gajes de este oficio de locos, en medio de una narco-guerra, donde los rivales son dos bandas en pugna, lideradas por “El Pez” Johnny Olascoaga y “El Tequilero” Raybel Jacobo Almonte. El pleito es de ellos, entre ellos. Las fuerzas armadas llegaron a la región cuando aquellos habían escogido el 10 de mayo para darse de “madrazos” y “romperse la madre”, en lenguaje llano. Los periodistas hubieran sido un “daño colateral”, en la otra lógica de lo irracional que es hacer periodismo.

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Civiles son escudos humanos.- La brava mujer gritaba: “cochos: aquí se van a morir todos”. Como ella, otras más, con niños y niñas, salieron de sus casas y algunas, desde dentro, a insultar a los policías y efectivos de tropa. Eran los escudos humanos que aprovecharon delincuentes para enfrentar a las fuerzas del orden. Esto en la toma de San Miguel Totolapan.

Ya lo habían hecho antes en otras localidades como La Gavia y San Antonio… o en Santa Ana del Águila. Lo mismo hicieron con choferes de urvans del transporte: “si no bloqueas, la quemamos”. Todo fue planeado, nada se hizo espontáneo. Es la misma estrategia de impedir la llegada de refuerzos policiacos o militares por tierra y hasta la osadía de ir a rafaguear o destruir los helicópteros, por parte de un comando, cosa que se frustró de puro milagro.

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De la Caliente a la Colorada.- FUSDEG vs. UPOEG y las balas como argumento para dirimir la disputa de “brindar” seguridad a la población. Anda la raza caliente. Los tiempos se les van de las manos, como la paciencia se agotó desde el edificio “Montaña” del Palacio de Gobierno.

Otro frente abierto para la violencia como método infalible de poderío y desafío a la autoridad. Otra vuelta a la tuerca del hartazgo.

Son los 200 civiles armados con escopetas, máusers, coaxcleras y hasta resorteras con petardos. ¿Dónde estaban? De sus casas salieron. De los retenes improvisados con parapetos de arena y grava.

Era parte de esa tormenta perfecta fraguada, orquestada, planeada. Nada es casual… todo fue causa-efecto.

Y hoy salir a las calles, a gritar y exigir. ¡Ya paren esta masacre!

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.