¿Escasez de huevos?

 

Felipe Victoria

 

El anarquismo mundial está de plácemes porque México está cayendo tras de varias décadas de cierta paz y orden hasta el final del Siglo XX, cuando el PRI consintió en la alternancia del poder.

Los primeros dos sexenios del milenio, la característica de las administraciones blanquiazules fue su torpeza para mantener  controles sobre los principales cárteles mexicanos: el del Pacifico y el del Golfo, que antes respetaban a las autoridades y acataban normas para no reñir.

A partir del 2000 ya no hubo una PGR poderosa, castraron al Ministerio Público Federal y dejaron crear engendritos policiacos al ingenioso Genaro García Luna, con su Agencia Federal de Investigaciones (AFI).

Como sea, el ranchero dicharachero guadalupano al “autorizar-ordenar” la liberación de El Chapo Guzmán, demostró ser hombre de palabra cumpliendo con un oscuro compromiso y montaron la gran escena de la disque fuga del penal del Altiplano, en Jalisco.

El capo sinaloense festejó dos meses para venir a dar al bello puerto mágico de Acapulco en el rumbo de Las Brisas, con sus primos y aliados: los poderosos hermanos Beltrán Leyva.

Joaquín Archivaldo Guzmán Loera no quedó conforme porque no le devolvieron su residencia de Pichilingue, en Puerto Marqués, que le aseguró Jorge Carpizo en mayo de 1993 y la encontró convertida en “Casa Acapulco”, para uso recreativo de altos funcionarios.

De aquellos sus valiosos caballos bailarines decomisados y rematados sin licitación al “hermano incómodo”, nunca más se supo nada.

De escapado y prófugo “más buscado” pero mejor protegido, El Chapo Guzmán se convirtió en poderoso multimillonario según la revista Forbes; vaya usted a saber de cuantos políticos y magnates empresariales se convirtió en aliado, pero la discordia con sus primos llegó en 2008 y se escindió el cartel perdiendo fuerza su imperio en Guerrero, a manos de michoacanos y tamaulipecos.

El sucesor de Fox en el 2006, jamás molestó a Guzmán Loera y se entretuvo en su torpe guerra al narco comenzando por Michoacán, mientras su lugarteniente García Luna se hizo jefe de jefes policiacos del país, inventando su versión agringada de Policía Federal Preventiva en que se dilapidaron millonadas equipando a los elementos, pero fue mucho ruido y pocas nueces.

La cosecha fue más de cien mil muertos y el florecimiento de nuevos cárteles muy violentos. Las policías municipales mexicanas comenzaron a ser avasalladas por la Ley de Plata o Plomo y perdieron la poca eficiencia que alguna vez tuvieron; a cambio de mendrugos compraron su disimulo y complicidad los traficantes.

No olvidemos que Felipe Calderón fue secretario de Energía y Minas en la presidencia de Fox, cuando comenzó a crecer la ordeña de combustibles que acabó desequilibrando las finanzas de Pemex, pero jamás hubo suficiente voluntad política para investigar ni detener el saqueo porque los niveles de colesterol ya andaban altos, igual que el precio de los huevos; la inercia de las complicidades jamás se detuvo y ahora le explotó a Peña Nieto.

Existen consignas superiores para evitar el uso del vocablo “revolución”; los desmanes, vandalismo y saqueos generalizados de estos días en varias entidades federativas son maquillados: unos culpan a la revuelta que López Obrador juró hacerle al presidente Peña Nieto desde 2012, y los débilmente imputados alegan que son autoridades priistas las que desde lo oscurito manipulan para desacreditar la protesta ciudadana por el aumento en el precio de la gasolina, que nadie les explicó a tiempo y se los dejaron caer entre festejos navideños y de principio de año.

No faltan quienes mencionan que con razón se fueron Carstens y Videgaray dejándole el paquete flamígero a José Antonio Meade, que ya contemplaban como presidenciable para 2018, pero la cosa es principalmente de inseguridad pública e ineficacia policiaca que golpea duro al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, también candidateable.

En los municipios y estados siguen llevándosela de a muertito, implorando que la federación ponga remedios a problemas conjuntos  y hasta locales; por eso pintó su raya el general Cienfuegos Zepeda hace poco.

Ni hablar del peluquín, en este México angustiado que comienza a estar en llamas no quieren que se mencione la palabra “revolución”, así como de la soga en casa del ahorcado, o de la muerte en el lecho de los desahuciados terminales; proclividad y tendencia de hacerse como el tío Lolo para rellenar huecos con palabrería e hipnosis colectiva que ya no funciona, y el México Bronco está despertando.

Checando en la historia, qué sabio fue Porfirio Díaz Mori que decidió irse a tiempo, porque hubieran terminado matándolo peor que a Madero; en cambio se fue libre, vivo y con harto dinero.

En México, desde 1929 en que pacificaron a los revolucionarios institucionalizándolos, nos hemos salvado de grandes revueltas y golpes de Estado o encarcelamientos y defenestraciones presidenciales, como sí ocurrió en Argentina, Chile, Panamá, Cuba, Venezuela, Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú, Brasil y otros; pero los síntomas que acusa nuestro querido país enfermo, indican que vamos en ese camino.

Ajo y agua. Prudencia y paciencia en los reclamos con civilidad y legalidad es lo deseable, antes que obliguemos a una suspensión de garantías. Cero tolerancia al vandalismo y no más impunidad ni inmunidad para nadie.