Jorge VALDEZ REYCEN

 

  • Impunidad, el peor mensaje del gobierno
  • Se solazan maestros de ser “Los intocables”
  • “Los otros” intocables, sí muerden la mano

 

Walter Emmanuel Añorve Rodríguez y Ramos Reyes Guerrero deberían estar ya en prisión y sujetos a proceso penal. La impunidad con que se manejan, es un pésimo mensaje de las autoridades a los delitos cometidos en pandilla.

¿Nadie puede con ellos? ¿Son en verdad “intocables” por la Fiscalía General del Estado que ha sido omisa en integrar las carpetas de investigación o averiguaciones previas en contra de quienes han sido incendiarios, bloqueadores y vándalos?

Lo que se interpreta del fiscal Xavier Olea Peláez y subalternos, es que administra este tipo de expresiones delictuosas y no ejerce su obligación legal de perseguir el delito. La propia FGE ha sido vandalizada, saqueada, destrozada, robada y nadie ha sido llevado a los tribunales por eso. Se impone un manto invisible de benevolencia e impunidad a favor de quienes aprietan el puño, se cubren el rostro y delinquen.

Este ha sido el peor escenario vivido, inaugurado desde el mal gobierno de Rogelio Ortega Martínez y su caterva de malandrines, que nada hicieron por ejercer el principio de autoridad. Se hincaron ante las amenazas, temblaron de miedo y permitieron el pisoteo del imperio de la ley. A contra sensu, con voracidad desmedida incurrieron en el saqueo de recursos públicos en una entidad convulsionada, al grado que intervino el presidente de México para cerrar la llave de dinero que se robaban.

Con “El Royer” hubo complicidad para aquellos que saquearon el presupuesto desde la Secretaría de Finanzas y ahora, con esos millones de pesos desviados, robados a convenios de publicidad de periódicos, revistas, empresas periodísticas, se crearon portales de internet y periódicos de dudosa credibilidad y contrataron a mañosos prevaricadores de la cultura y del periodismo para desatar una guerra de excremento contra sus antiguos mecenas, mordiendo la mano que les dio de comer y les toleró sus trapacerías aún impunes.

Con Héctor Astudillo Flores, tal parece que se han perdonado los ajustes de cuentas a quienes cometieron el peculado más escandaloso de toda la historia de Guerrero. Ni con Zeferino Torreblanca se permitió tanta corrupción, en la cadenita de trapacerías, bribonadas y fortunas hechas al vapor de una dirección que jineteaba millones de pesos en publicidad y convenios. El dinero, el amor y lo pendejo no se pueden ocultar.

Es inexplicable la nulidad o inexistencia de Mario Ramos del Carmen, como contralor, en los procesos de una veintena de auditorías que supuestamente hizo. La Auditoría Superior del Poder Legislativo también ha sido omisa, ajena, muda.

En suma, vivimos en la tierra de la impunidad, del desmadre permitido, tolerado, donde el más chimuelo masca rieles y escupe balas. Es el peor momento de la crisis de valores que se vive.

Mientras esto prevalezca, están en riesgo las garantías de todos. Y sus graves consecuencias se traducen en el salpicadero de lodo.

¿Nadie puede con ellos?

¿Son tan poderosos que ni siquiera las buenas acciones del gobierno respetan y sí, en cambio, se pitorrean y hacen escarnio?

Permitir esta impunidad es un mal indicio, una señal ominosa de descrédito y el peor retroceso a la recuperación del buen ánimo. Sumarse al coro de focas, aplaudiendo por el pescado, es la peor traición que se pueda tolerar.

Ya insultaron a David Guzmán Maldonado, al tacharlo de homicida y sin pruebas. Ya denigraron a Erika Lürhs Cortés, una mujer que genera condiciones de credibilidad en la política de comunicación social. Vapulearon a Florencio Salazar Adame en un noticiario radiofónico con mentiras. Y cero reacciones.

Ni modo. Es la impunidad… SIN MEDIAS TINTAS.

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