Por Isidro Bautista Soriano

 

En el PRI, con Andrés Manuel López Obrador enfrente como candidato presidencial, debe haber consciencia de que su horno no está para bollos, y que por lo tanto, tiene que elegir como su nuevo dirigente estatal al personaje que le aporte el mayor número de votos posible, y no alguien que llegue al cargo a aprender o a llevársela nadando de a muertito.

 

Seguramente en este mes, en que cumple 87 años de existencia, serán designadas las personas que concluyan el periodo estatutario 2013-2017 de Cuauhtémoc Salgado Romero, como presidente, y María del Pilar Vadillo Ruiz, como secretaria general del Comité Directivo Estatal (CDE).

 

Es muy probable que en menos de veinte o treinta días, una vez nominado el último de sus candidatos a gobernador de los doce estados con elección a realizar este año, el PRI renovará a su dirigencia en Guerrero, que actualmente encabeza José Parcero López bajo la figura de delegado especial del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido con funciones de presidente del CDE.

 

Así como pudo escoger a quien consideró como mejor figura para candidato a gobernador 2015-2021 de entre Héctor Astudillo Flores, Manuel Añorve Baños, Mario Moreno Arcos, el mismo Salgado Romero y Héctor Apreza Patrón, así tiene que hacer el PRI ahora en el caso de su próximo dirigente.

 

López Obrador va indudablemente arriba en las preferencias. El Financiero publicó este martes una encuesta en la que el líder de Morena lleva tres puntos de ventaja a los dos mejores posicionados de los posibles candidatos presidenciales del PRI y PAN. ¿Cómo borrar de un plumazo quince años al hilo de campaña del político tabasqueño?

 

Los demás partidos tendrán candidato a finales de 2017 o principios del mismo 2018 para suceder a Enrique Peña Nieto en el cargo, y Morena lo ha tenido desde su fundación, en permanente proselitismo. Por el fenómeno López Obrador en 2006 y 2012, muchos candidatos de la coalición formada por PRD, PT y Convergencia, hoy MC, nunca se imaginaron que ganarían. En Guerrero le ganó al hoy presidente de la República.

 

Y debe ser dolor de cabeza para el PRI aunque fuera postulado como candidato sólo por Morena; peor sería, por coalición.

 

Tiene que ponerse lupa el PRI, y hacer el mismo ejercicio practicado cuando nominó a Astudillo como candidato a gobernador: poner a alguien con experiencia en operación política, y capacidad de conciliar con todas sus corrientes internas, e incluso de sumar a militantes y simpatizantes que por alguna razón hayan salido de sus filas.

 

Como bien se ha dicho, hoy hay más gobernabilidad tras lo ocurrido en Iguala con Ayotzinapa. El PRI está obligado a volver a ser mayoría en 2018 para respaldar a Astudillo.

 

Hay varios nombres que se manejan extraoficialmente. Mario Moreno Arcos, ex presidente municipal de Chilpancingo, tiene la experiencia de al menos seis campañas electorales propias y otro tanto ajenas, incluido con el cargo de secretario de Elecciones del CDE. Fue uno de los pocos candidatos del PRI a alcaldes que no tumbó el fenómeno López Obrador, y se valora la prudencia con que ha actuado después de concluir su encargo de edil.

 

Todos ellos tienen innegablemente pros y contras. Sólo habrá que colocarlos en una balanza para ver con quién ganan todos los grupos políticos. Hay que estar también conscientes que nadie es monedita de oro, y menos en la política. isidro_bautista@hotmail.com