¿Y los apócrifos que siguen?

 

Por Felipe Victoria Zepeda

 

No hay peores sordos ni ciegos que aquellos que no quieren oír ni ver; en opinión de muchos “doctos” analistas de cafetería, el entusiasta alcalde de “Aldeapulco” va entrando en una vorágine desmoronadora, cuya corriente pudiera arrastrarlo hasta quien sabe dónde si de inmediato no cambia de estrategias y hasta de algunos desasesores que le impusieron y que por embelesarlo, lo están empinando.

Como castillo de naipes que de un soplido se derrumba ipso facto, la arrogancia aristocrática aldeana quedó mal herida y el temor se refleja en el rictus de algunos funcionarios de medio pelo, a punto de la obligada revisión y evaluación subsecuente a los primeros cien días de gobierno.

Lo siento por el empeño que como policía demostró Francisco Sandoval Vázquez, que no fue por gris que se fijaron en él para ponerlo sobre el comal peligroso y ardiente que es encabezar la desprestigiada y sospechosa policía del municipio más codiciado de Guerrero; le duró el sueño lo que al triste la alegría.

Lo menos malo para él, es que físicamente salió ileso y está en libertad al menos por el momento, él sabrá que hacer en los tiempos venideros, pero al menos no tuvo que renunciar sobre una servilleta de papel como Genaro García Jaimes, en enero de 2006, tras la fallida emboscada policiaca a un grupo de poderosísimos sicarios en las inmediaciones de La Garita.

Visto desde ese negro panorama, Francisco Sandoval Vázquez perdiendo el cargo salió ganando, pues a cómo andan de turbias las aguas en Acapulco, en cualquier momento puede haber un conflicto de magnitud; no es vaticinio ni predicción, sino simple conclusión analítica en serio, y Evodio Velázquez Aguirre trae el fuego muy cerquita de los aparejos con el santo de espaldas.

Nada ni nadie garantiza a los alcaldes que pueden terminar los periodos para los que fueron electos por la mayoría de votantes y no todos quedaron conformes con su triunfo de junio pasado, dos terceras partes de habitantes no le tienen simpatía por sus poses de aristócrata.

Sobra decir cómo se las gastan en Guerrero los grupos políticos para deshacerse de quienes les estorban, si torres más altas han caído.

El jueves en Chilpa se lo cantaron a Francisco, pero para que le midiera el agua a los camotes Jesús Evodio; el acertijo se resume a una palabreja: “apócrifo”.

Según lo asientan en el Internet:

“Apócrifo es

  • Heterónimo u obra apócrifa, obra (literaria o de otra naturaleza) atribuida falsa, supuesta o fingidamente a un autor.
  • Etimología popular o etimología apócrifa; hipótesis difundida popularmente, pero falsa, para explicar el origen de un término.
  • Frase apócrifa, frases célebres que se citan de forma incorrecta o se atribuyen a fuentes erróneas.
  • Apócrifo (religión), textos o libros de la Biblia que no están aceptados en el canon de esta por distintas Iglesias cristianas”

¡Ufff!, difícil asimilarlo por lo escuetamente mencionado, pero hay un norme mundo de acepciones y júrenlo amables lectores, que en Acapulco va a ser muy aplicado el terminajo a cuantos se les ocurra, e indiscriminadamente a personajes de todos los sectores y actividades.

Hagan de cuenta cuando la mujer ebria que conducía un auto deportivo lujoso en el DF se embroncó ofendiendo a humildes policías diciéndoles “asalariados”; la pagó muy caro con el burlista mote de “La Lady de Polanco”.

Ni quiero maginar como se les habrá cargado ahorita la chamba a los de la Contraloría estatal a cargo del adusto y hermético Mario Ramos del Carmen y Efraín Ramos Ramírez, que andan en la cacería de miles de aviadores, pues capaz y se les ocurriera darle una checadita a la autenticidad de documentos de muchos servidores públicos en funciones, de los no se quieren ir y los que acaban de llegar.

La investigación a todo lo que pueda calificarse de “apócrifo” pudiera abarcar tantos diplomados, doctorados y maestrías de la tambaleante UAGro, por tantos años fabricante de profesionistas titulados que nunca estudiaron completas sus materias.

Hagamos de cuenta como si quisiéramos constatar virginidades apócrifas en los table dance, dicho sea con respeto y admiración a esas acróbatas del tubo erótico.

No es por mala leche, pero por algo en el Congreso a veces cuando hay quórum se percibe un tufillo que huele como a lo apócrifo, cuestión de rascarle a profundidad en currículums y expedientes de legisladores.

¡Mala leche para nada! y ahí le paro pues sería cuento de nunca acabar, la moraleja es que no conviene escupirle al cielo ni buscar bronca con funcionarios federales que traen la sartén por el mango y que cuentan con la información de inteligencia para hacer añicos a cualquier servidor público en un santiamén, si se pone de retobado.

Claro, ya se amables lectores que me dirán que también en el gabinete federal y más arriba parece haber algunos “apócrifos”, pero para ellos no hay niveles superiores de revisión y entonces chitón perrito, que entre gitanos no deben leerse las manos.

Titulitos y certificados no demuestran nada si no se constatan con conocimientos reales.