Eudocio Téllez

 

La historia humana está llena de mitos y leyendas. Surgidos desde la narrativa popular de experiencias colectivas, que son aceptadas por la comunidad a la que pertenecen. Así tuvimos en los tiempos del porfiriato la leyenda de “Chucho el roto”, el bandido que junto a su secuaz “la Changa” robaba a los ricos para entregar parte del botín a los pobres. Aquí en Guerrero, Armando Bartra publica un libro en 1996 y lo titula “Guerrero Bronco” donde narra los avatares por los que ha atravesado el estado que muchos paisanos se lo apropian para desvirtuar la expresión usada por el autor, para endilgarse el mote de “machos”.

La verdad es que el clima social de Guerrero siempre ha estado plagado de pobreza, factor, que junto al bajo nivel de escolaridad, han contribuido a la formación del magma que mantiene el descontento de los desposeídos, quienes se sienten excluidos del pastel de la riqueza, situación que se agrava cuando las autoridades son omisas, negligentes o hacen ostentación de lujos y prebendas. Es entonces cuando surge la ira avivada por el discurso de masas que arrastra a los individuos a un acto reivindicativo y violento, con la esperanza de arrebatarle al gobierno las decisiones que de tajo cambien su escenario cotidiano de privaciones. Pero el mundo no funciona de esa manera, al menos no el mundo de la democracia moderna.

Si bien la democracia produce consecuencias deseables como la libertad, la autodeterminación y la igualdad política, no ha probado tener éxito en procurar el desarrollo humano para todos. Porque esa dimensión depende de otras cualidades personales y un gobierno democrático no constituye por sí solo condición suficiente para asegurar que las personas vayan a desarrollar estas cualidades. Es en esta parte, donde cada uno deberá poner su propia iniciativa y empeño si desea superar el estatus económico adverso, porque en los tiempos actuales ningún gobierno del mundo puede otorgar cobertura social a todos, y aquellos países que lo logran es porque gravan más de la mitad del ingreso de sus contribuyentes. Algo muy difícil de pensar con la cultura fiscal que posee el ciudadano común en Guerrero y las magras tasas de crecimiento económico experimentado en el último cuarto de siglo.

A este respecto, la entidad guerrerense presenta signos de bajo ingreso per cápita, mala salud, corta esperanza de vida, insuficiente nivel de estudios y desnutrición de los miembros que la integran, todo ello refleja la escasa inversión en capital humano, o que las partidas destinadas a este rubro no han tenido el impacto deseado, por múltiples razones que van desde la insuficiencia misma de los recursos, o éstos se han “atorado” o “desviado” en el camino antes de llegar a su destino. Dos terceras partes de su población viven en situación de pobreza, un poco menos del tercio adolecen de vulnerabilidad social y de ingresos, la medición de empleo a septiembre de 2015 presenta indicador negativo de -14%, ocho de cada diez personas se dedican al comercio informal (y no contribuye fiscalmente) y sólo un 6% se escapan de la pobreza y la vulnerabilidad. A esto hay que agregar que si bien la cobertura médica ha avanzado con la creación del seguro popular que atiende a más de un millón de personas, solo el 20%, unos 708 mil trabajadores, son derechohabientes del IMSS o del ISSSTE y podrán recibir pensión cuando alcancen la edad de jubilación, no obstante aún existe otro millón y medio que no cuentan con cobertura médica ni derecho a pensión, lo cual equivale a que el estado tendrá una carga financiera muy grande en un par de decenios.

Si consideramos que el crecimiento económico descansa en los recursos humanos (calificados), recursos naturales, capital y tecnología, los gobiernos federal y estatal deben preocuparse por calificar (educación de calidad) a la población, crear en los ciudadanos la conciencia de que los cuidados de la salud empieza por el sujeto mismo (es más económico prevenir que remediar) a riesgo de llegar a la vejez en estado de salud precario, y el acceso universal a las nuevas tecnologías de comunicación e información (TIC) con fines productivos y no únicamente como un medio para fomentar las redes sociales. Recuérdese que la acumulación de capital obliga a sacrificar consumo actual por muchos años. Los jóvenes deben poner su parte; ellos, tienen un gran desafío que si no saben enfrentar con responsabilidad tendrán un futuro adverso y desalentador.