Michel Vargas
ACAPULCO. —Para el profesor e investigador Elino Villanueva González, uno de los mayores peligros que enfrentan las comunidades costeras ante la llegada de un ciclón tropical no es el fenómeno en sí, sino la falta de una memoria histórica colectiva que permita aprender de experiencias pasadas.
El académico de la Facultad de Comunicación y Mercadotecnia de la Universidad Autónoma de Guerrero advierte que este olvido repetitivo es la principal causa de desastres en zonas urbanas vulnerables.
Villanueva González expuso como ejemplo paradigmático el caso del ciclón Liza en 1976, en La Paz, Baja California Sur, donde murieron cerca de 5,000 personas debido a una cadena de errores tanto gubernamentales como sociales.
“Se construyó un bordo en un lecho de arroyo natural para proteger colonias habitadas por migrantes pobres, sin que estos supieran del riesgo”, comentó.
Esta tragedia, prácticamente ausente en la narrativa nacional, revela cómo la desinformación en la población y la improvisación por parte de algunas autoridades pueden tener consecuencias fatales.
En casos más recientes como Ingrid y Manuel en 2013, o el devastador paso del huracán Otis en 2023, pusieron en evidencia cómo se repiten patrones de omisión e irresponsabilidad por parte de la comunidad en general.
“En ambos casos, miles de turistas quedaron varados porque nadie (ni autoridades ni empresarios) alertó sobre el peligro. Ni siquiera los propios visitantes consultaron los pronósticos”, lamentó el investigador, subrayando que persiste una peligrosa cultura de descuido en temas relacionados con los fenómenos climatológicos.
La situación se lleva a agravar con la desinformación en redes sociales, donde proliferan mensajes alarmistas sin sustento científico. El profesor Elino Villanueva alerta sobre el impacto de estas “narrativas del pánico”, promovidas por personas sin formación ni responsabilidad, interesadas únicamente en conseguir reflectores.
“Eso genera miedo y descontrol, justo cuando se necesita claridad y calma”, advierte.
El investigador insiste en que los llamados “desastres naturales” deben dejar de nombrarse así. Considera fundamental que las autoridades asuman una mayor responsabilidad en cambiar el lenguaje institucional, como primer paso para crear una verdadera cultura de prevención en la sociedad.
“Los ciclones, huracanes o lluvias no causan daño por sí solos. Los desastres ocurren por la irresponsabilidad humana: al invadir cauces naturales, destruir ecosistemas o construir en zonas de riesgo”, explica.
Finalmente, hizo un llamado a la población a informarse sólo a través de fuentes oficiales y científicas, como el Centro Nacional de Huracanes de Miami o el Servicio Meteorológico Nacional.
“No hay lugar para el amarillismo. Tenemos tecnología y conocimiento para prepararnos. Lo que hace falta es voluntad y responsabilidad compartida para construir una sociedad resiliente ante fenómenos que, queramos o no, seguirán ocurriendo”, concluye.
