David Martínez Téllez

 Nuestro futuro económico y político está cifrado en la relación comercial con Estados Unidos.

En próximos días el presidente de México Andrés Manuel López Obrador visitará al Joe Biden mandatario del país vecino.

Lo que allí suceda o acuerden tendrá repercusiones.

Por la cercanía y por nuestra cultura somos dependientes de lo que hacen los gringos. Por ejemplo, en este terreno del “cómo somos” y “cómo son ellos” a lo que le llamamos coloquialmente costumbres. Los Estados Unidos se formó de gente emprendedora, que vino a construir su “espacio”. Son migrantes con sed de ser alguien en la vida. Si la ciudad de Dubái se construyó en un desierto para demostrar conocimiento arquitectónico o fuerza económica; sucede lo mismo con Las Vegas en Estados Unidos.

Allá se les enseña a ser audaces, acá a la medianía. En norteamérica se les muestra como pescar; en nuestro territorio a comerse el pescado. Son perfeccionistas, nosotros al “ahí se va”.

Maurice Duverger sostiene que la riqueza natural de cada país determina su desarrollo económico. Y dividía al mundo en dos esferas. Los de arriba frente a los de abajo. Tomaba como referencia la línea del Ecuador. Su observación determinaba que, por ejemplo, África estaba destinada al subdesarrollo, lo cual parece lógico.

Sin embargo, esa riqueza no la tuvo Estados Unidos, salvo petróleo en el sur de ese país. Se puede pensar en las grandes extensiones de tierra; pero para su desarrollo y producción tuvo que intervenir la mano del hombre. O sea, el esfuerzo.

En México en cambio la madre naturaleza nos dotó de casi todos los recursos naturales habidos y por haber, pero no los hemos explotado o aprovechado. En Guerrero, en las zonas conocidas como las costas, los productos, de gran variedad, se echan a perder en el suelo. Somos afortunados, pero, perdón por la expresión, flojos.

La observación de Duverger no encaja en su supuesto de ricos y pobres por las condiciones de los recursos naturales.

Estados Unidos, querámoslo o no, es un país poderoso económica y militarmente. Dependemos de ellos en un 80 por ciento en nuestro comercio.

En estos meses he observado una ríspida relación comercial. Los empresarios norteamericanos desean arriesgar su dinero en energía limpia. Mientras que el presidente le apuesta a mantener la explotación del petróleo, dicho sea de paso, contaminante.

El gobierno de Estados Unidos ha sido una lucha entre empresarios, organizados en dos partidos políticos: demócratas y republicanos. Ambos utilizan a algunas familias para la disputa del poder. En esencia son financieros. De lana, para acabar pronto.

Lo que buscan es hacer más dinero. Recurso que también le vendría bien al país para seguirse entregando como se hace en estos momentos o para invertirlos en otros proyectos productivos e intentar salir del subdesarrollo.

Como dice el movimiento feminista. Si queremos cambiar ese machismo muy enraizado, tenemos que construir otra cultura. Lo mismo sería para transformar ese hábito de “estirar la mano” para sobrevivir, por una donde nos fomente el esfuerzo y trabajo e introducir en nuestra la conciencia de “hacer bien” cualquier oficio o desempeño en la vida y con mayor responsabilidad para ser un profesional.

Es lo que nos hace falta.

La presión de ellos, los gringos, es porque carecemos de dinero. Sin embargo, tenemos otro reto, otra presión, cambiar de mentalidad.