• Monseñor Leopoldo González dijo que la Cuaresma comienza “con una preocupación y un anhelo muy grandes de paz y de armonía”; lamentó el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania

Ana Lilia Torres

El arzobispo de Acapulco, Leopoldo González González, lamentó que la celebración de la Cuaresma inicie “con una preocupación y un anhelo muy grandes de paz y de armonía”, en una ciudad y estado sangrados por la violencia, una patria tan polarizada, y un grave enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania.

Durante su mensaje dominical, el clérigo dijo que “la Cuaresma nos invita a mirar con los ojos del corazón a Cristo, que en la cruz dio muerte al odio que nos destruye y no nos deja ser felices, y que al resucitar nos saluda dándonos su paz. En Él hemos de poner nuestra esperanza, Él es nuestra paz”, expresó.  

El prelado invitó a unirse en oración y ayuno el miércoles en el ritual de imposición de ceniza, que es un acto de humildad que “recuerda que eres polvo y al polvo volverás” o “Arrepiéntete y cree en el Evangelio”.

Este principio “nos hace conscientes de nuestra fragilidad, no para meternos miedo, sino para mirar nuestra paz en las manos de Dios. Somos hechura suya, nos tiene en la palma de sus manos, siempre envueltos por su mirada de Padre”, dijo el prelado católico.

Monseñor González explicó que el Evangelio es la Buena Noticia de Dios, Jesucristo, y es un llamado al arrepentimiento para cambiar de mentalidad y cambiar de vida, seguir el modelo de Jesús, que pasó la vida haciendo el bien.

“La Cuaresma nos invita a recorrer ese camino, es el camino que conduce a la resurrección, a la vida en plenitud. Es el camino que construye la paz”, destacó.  

Llamó a cumplir con el mensaje del Papa Francisco, que invita a no cansarnos de hacer el bien, poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor, porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado podemos acoger la exhortación del apóstol San Pablo a no cansarnos de hacer el bien.

La Cuaresma “es un tiempo propicio para buscar y no evitar a quien está necesitado; para llamar y no ignorar a quien desea ser escuchado y recibir una buena palabra; para visitar y no abandonar a quien sufre la soledad”.

“El próximo miércoles, con nuestro ayuno y oración, los invito a unirnos a toda la Iglesia y a toda persona de buena voluntad, para pedir a Dios Padre la paz en el mundo”, finalizó en su mensaje el arzobispo de Acapulco.