Javier Cadena Cárdenas

En el siglo uno de nuestra era, el poeta Juvenal criticó la política que en ese entonces llevaban a cabo las autoridades del imperio romano.
“Panem et circenses”, escribió en su Sátira X, expresión que de manera literal se traduce como “pan y juegos de circo”, o bien como se dice hoy en día de manera coloquial: “pan y circo”.
Y es que Juvenal describía la costumbre de los emperadores romanos de regalar trigo y entradas a los juegos circenses —como serían las carreras de carretas, por cierto muy recreadas en el cine— al pueblo como una forma de distracción a lo que en materia de política desarrollaba la clase gobernante.
Y resulta hasta obvio aclarar que la descripción de Juvenal y su expresión sintética, tienen un marcado manejo peyorativo de esa costumbre de tratar de mantener tranquila a la población o de ocultar hechos controvertidos mediante la entrega de alimentos y la oferta de entretenimiento, todo bajo una política pública disfrazada de asistencialista.
Y es que en aquel entonces Julio César, el emperador, distribuía trigo a los más pobres, beneficiando más o menos a 200 mil ciudadanos romanos, y tres siglos después otro emperador, Aureliano, aumentó y diversificó esta práctica, llegando a beneficiar a 300 mil romanos con dos panes al día.
Y esta costumbre, a fuerza de ser exactos con la historia contemporánea, la adoptaron infinidad de gobiernos en todas y cada una de las etapas de la época moderna, y casi siempre tuvo resultados positivos para las administraciones en turno, pero el éxito, a fuerza de seguir siendo certeros, se debe a que la práctica incluía las dos partes de la fórmula, o sea: pan y circo, juntos, de la mano, porque si sólo había una el resultado era fallido.
Y es que, por ejemplo, si el pueblo tiene pan como resultado de que goza de un empleo que le da un salario y que se traduce en una calidad de vida más o menos óptima, pues el gobierno no tiene la necesidad de darle circo de manera gratuita, simple y llanamente porque el pueblo cuenta con recursos económicos para acceder a la oferta de entretenimiento que hubiese.
Pero si pasa lo contrario, que el pueblo no tiene pan y que el gobierno sólo le quiere dar circo, no existe ninguna duda de que el pueblo protestará, como, por ejemplo, lo que sucedió en Brasil antes del campeonato mundial de futbol de 2014, en donde importantes sectores del pueblo se manifestaron para solicitar que se cancelara el evento proponiendo, además, que el dinero que se gastaría en su realización mejor se orientara a combatir la crisis que los agobiaba.
Estas protestas no tuvieron el eco que buscaban, e incluso hubo quienes se mostraron contrarios a sus demandas, como fue el caso del para muchos el mejor exponente que este deporte ha tenido en la historia: Edson Arantes do Nascimento, mejor conocido como “Pelé”, quien en un acto de soberbia y desconocimiento de lo que sucedía en su país, dijo que la gente debía dejar de protestar y regresar a sus casas porque lo verdaderamente importante era el futbol.
Sí, así lo expresó: no importa el pan, lo que importa es el circo.
Y claro está que ante tal declaración, no se hicieron esperar las reacciones en contra, y dentro de estas últimas es de resaltar y recordar la respuesta magistral que le hizo otro gran jugador brasileño: Romario.
Este excelente futbolista expresó con un ingenio incomparable: cuando “Pelé” no habla, es todo un poeta.
Así, no está de más reconocer que cuando Juvenal habló, hizo historia, y sus palabras son utilizadas aun hoy en día, aunque quien las diga no conozca el nombre de quien las expresó primero.
Y tampoco está de más reconocer que cuando “Pelé” habló, se le reconocieron mejor sus silencios.
Y todo, claro está, por el pan y el circo que a toda sociedad agobian de manera cotidiana.
México incluido, faltaba menos.