El viejo régimen y la 4T

Noé Ibáñez

Desde su campaña y ahora en la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, de manera reiterada, ha dicho que esta etapa que encabeza en el gobierno de la República, es la Cuarta Transformación de la vida pública del país. Para algunos, principalmente quienes le confiaron su voto, el proceso va en ese rumbo; para otros, principalmente detractores, sólo es una idea pretenciosa y utópica que no se logrará concretar y habrá una desilusión importante al término de su sexenio.
Sin embargo, más allá de estas posturas y sin entrar en polémica, pongamos en el contexto histórico lo que significa la Cuarta Transformación que promueve el actual gobierno en relación a los otros tres procesos históricos de la vida nacional, bajo tres cuestionamientos básicos: ¿De verdad estamos iniciando un proceso de tal magnitud? ¿Qué tiempo puede llevar para que logremos identificarlo? ¿Quién dictamina o evalúa que este sexenio es la Cuarta Transformación?
El mandatario quiere situar a su sexenio al nivel de otros tres momentos clave de la historia de México: la Independencia, que es el movimiento armado que buscó la libertad del dominio español y que tuvo lugar de 1810 a 1821; la Reforma que fue la etapa de lucha armada entre liberales y conservadores definido entre el periodo de 1858 a 1861 y precisamente una de las figuras fue Benito Juárez, un personaje admirado por López Obrador; y la Revolución, el conflicto armado contra el régimen de Porfirio Díaz que duró de 1910 y 1917 cuando se promulgó la Constitución, aunque el proceso revolucionario continuó durante toda la década de los años 20 e incluso con el sexenio de Lázaro Cárdenas, otro de los personajes admirados por el tabasqueño.
Cada uno de estos procesos tuvo sus características y peculiaridades. El contexto económico, político, social y cultural en los que se dieron, no tienen nada que ver con la realidad actual, mucho menos, quienes encabezaron estos movimientos armados pensaron o se imaginaron que se trataba de una nueva etapa de la vida nacional; por ejemplo, Miguel Hidalgo fue aprehendido y asesinado apenas un año después de haber iniciado la lucha por la Independencia. En este sentido, la Cuarta Transformación quizás lo que tiene en común con las otras transformaciones es que el cambio lo pretende hacer “desde abajo”, es decir, basarse en el apoyo de un gran sector de la sociedad.
Si bien las propuestas y acciones del presidente pretenden lograr ese gran cambio, sostenemos que tiene que darse de manera natural como consecuencia de sus acciones de gobierno. Si éstas se logran tal como lo propone, es decir, logra la plena democracia, la justicia social, acabar con la corrupción e impunidad, y que la mayoría de los mexicanos tengan una vida digna y logren la “felicidad”, entonces la propia historia irá colocando su gobierno en esa Cuarta Transformación, pero no se puede hacer de manera adelantada, por anuncio o decreto.
Aunque desde ahora podemos identificar situaciones que ponen en riesgo ese objetivo. En primer lugar, López Obrador representa a una generación de oposición que está a punto de extinguirse, es decir, su carrera política que surgió en los años 80 con el PRD y cuyas banderas han sido la lucha por la democracia, la igualdad, la justicia y el fin del modelo neoliberal, lleva casi 40 años y llegó un poco tardío al poder. No obstante, la simpatía y el cariño que logró a lo largo de estos años con al menos 30 millones mexicanos, le dan una esperanza.
En segundo lugar, dentro del gabinete de López Obrador participan personas muy poco comprometidas con el cambio que promueve. Es decir, varios de ellos, expriistas y expanistas quienes ostentan cargos importantes, de alguna manera, en algún momento, fueron señalados como actores de la llamada “mafia del poder”, y que tanto criticó y señaló el propio presidente de ser los responsables del saqueo y la situación en la que actualmente viven miles de mexicanos.
En tercer lugar, la gran polarización social y la incertidumbre que puede generar la política económica de su gobierno, ponen en riesgo este proceso y puede romperse en las elecciones del 2024, ya que los mexicanos habrán sabido lo que es ser gobernados bajo tres regímenes políticos: el PRI, que representa el equilibro entre izquierda y derecha, el PAN, el partido conservador que estuvo dos sexenios en el poder, y AMLO (más que Morena), que representa la esperanza y la incertidumbre, al mismo tiempo.
Entonces, una característica de estos procesos históricos en la sociedad, es que tienden a repetirse o son cíclicos. Aristóteles y Maquiavelo sostienen que “tanto las formas de gobierno conservadoras, como las más progresistas, son necesarias. Más que eso, ambas se suceden cíclicamente en el tiempo siguiendo un patrón fijo”. Es decir, un país avanza con ideas nuevas y progresistas, y que cuando a esta forma de gobierno se excede o le va mal, un gobierno conservador vuelve a tomar las riendas y lo devuelve al punto de partida.
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