Por Celestino Cesáreo Guzmán *
 
* Ex dirigente estatal del Partido de la Revolución Democrática y diputado local electo.
 
Ayer se cumplieron 9 años que manos asesinas acabaron con la vida del dirigente político más importante que ha dado el movimiento social guerrerense en tres décadas.

Lo conocí en su primera campaña para Rector de la  UAG, desde entonces trabajé cerca de él hasta el día  en que dolorosamente tuve que despedirme en su tumba con un… ”nos volveremos a ver, Jefe”. 

Tengo muchas anécdotas, enseñanzas, vivencias, bromas, de un hombre alegre, que disfrutaba la vida y la política; siempre pensaba cómo tender puentes de comunicación entre adversarios políticos, daba y generaba confianza hasta en sus más acérrimos críticos. Cuando una negociación era difícil, siempre dejaba una rendija… para un futuro reencuentro. Sabía escuchar y sabía tomar decisiones con firmeza en los momentos difíciles.

Aquí, para mis amigos y amigos de Chavarría, les contaré dos anécdotas:

Porfirio y las mieles del poder 

Corría el año de 1997, Armando Chavarría había sido electo diputado federal. Por primera vez la oposición había alcanzado la mayoría en la Cámara. Porfirio Muñoz Ledo fue nombrado coordinador de la fracción y se perfilaba a presidir la Cámara de Diputados, un hecho inédito e histórico, un gran logro ante el PRI-Gobierno. Porfirio dirigía una fracción de 125 diputados; Chavarría por su perfil, trayectoria y experiencia aspiraba a presidir la Comisión de Educación.
Cuando estaban por definirse las comisiones, Chavarría se fue a comer con algunos diputados del PRI y del PAN, a quienes conocía en su ya larga carrera política. De este encuentro se enteró el famosísimo Porfirio y en la plenaria de diputados perredistas quiso reprender a Armando Chavarría, bajo el argumento de que “nadie podía hacer acuerdos, más que el coordinador”. Muy a su estilo, Chavarría tomó la palabra, le refutó de frente al poderoso coordinador y próximo presidente de la Cámara:
“Diputado Muñoz Ledo: fui a comer con algunos diputados del PRI y del PAN, no lo niego, son mis amigos, sé cuál es mi papel y sé la responsabilidad que tengo con mi fracción, mi partido y con México. Sepa usted que provengo de la lucha social de Guerrero, donde por años hemos luchado contra el sistema priísta. Hemos enfrentado al sistema en las calles, desde hace 30 años, cuando usted, por cierto, Diputado Muñoz Ledo, disfrutaba de las mieles del poder priista”.

Ése era Chavarría. Sabía levantar la voz y sabía cultivar amistades duraderas. Por cierto, logró ser presidente de la Comisión de Educación en esa legislatura y mantuvo una excelente relación con Muñoz Ledo, quien muy seguido le decía: “chaparrito, tráeme de tu tierra un mezcal con damiana”. La selecta bebida 100% guerrerense llegaba hasta la oficina de quien ahora en el 2018 nuevamente es diputado federal: Don Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, de 85 años de edad.

Guerrero: Cirugía Mayor. 

Un día, viajando por las casi intransitables carreteras de la Montaña guerrerense, en una gira de tantas del diputado Chavarría, después de desayunar unas gorditas de frijol en Tlatlauquitepec, municipio de Atlixtac, nos dirigimos al siempre árido Zapotitlán Tablas, para luego regresar a la punta del cerro y volver a bajar al fondo de la profunda barranca. Ahí está, a la orilla de un arroyo, Tlacoapa; subimos por una acantilada brecha y a medio cerro está Malinaltepec, bastión de la izquierda. Ese día visitamos los comités municipales del PRD, a quienes Chavarría les daba modestos apoyos; también recorrimos escuelas y comisarías a donde Armando llevaba butacas, bandas de guerra, banderas y muy diversos apoyos, pero sobre todo, con genuino interés, escuchaba a los pobladores de la zona, los alentaba a organizarse, a luchar y a participar en las decisiones políticas.
Ya casi al anochecer, en viaje hacia San Luis Acatlán, cansados y con hambre –pues el camino sinuoso provocó que en repetidas ocasiones tuviésemos que avanzar caminando para que la camioneta no se quedara varada—, nos detuvimos a cenar en una pequeña casita de madera (multi-servicio) improvisada como abarrotera-fonda-bar y gasolinera. Chavarría solicitó que le trajeran un café de olla acompañado de un delicioso pan –su manjar favorito—.

Mientras sorbía su café, recuerdo cómo con un dejo de tristeza nos dijo a quienes lo acompañábamos: “lo más importante de esta gira es escuchar a la gente, y alentarlos a que se organicen, sólo organizados los gobiernos los escucharán y podrán salir poco a poco del olvido y la marginación. Los apoyos que hemos dado son como una aspirina para un paciente que requiere operación a corazón abierto. Guerrero requiere un cambio de fondo, profundo en casi todo: una cirugía mayor, más temprano que tarde. ¡Lo vamos a lograr, chavos!”

Chavarría tenía claro los cambios que nuestro estado necesitaba y sigue necesitando.

El 20 de agosto del 2009, en la cúspide de su carrera política, siendo diputado Presidente del H. Congreso del Estado, ocho días antes de su cumpleaños, cuando ya todo estaba listo para un gran festejo –que se preparaba con todos los detalles, ya que se anunciaría la más amplia alianza política que lo apoyaría para ser el próximo gobernador del estado—, fue asesinado cuando salía de su casa para ir a un gimnasio.

Mataron la cabeza de un proyecto construido por años y por muchos, pero las enseñanzas del líder ya estaban sembradas en todo el estado. Hasta el día de hoy no hay justicia, pero quienes crecimos bajo sus enseñanzas, seguimos luchando, porque estamos convencidos de que Guerrero puede cambiar.

Chavarría Vive. La lucha sigue… ¡Hasta siempre, Líder!