* Luchó durante unos 15 minutos contra un sujeto que la golpeó para poder abusar sexualmente de ella, pero sus ganar de vivir fueron mayores y logró escapar

CARLOS NAVARRETE

Irlanda tuvo la suerte de muy pocas mujeres. La tarde del pasado martes sobrevivió a un intento de asesinato y violación en Puebla.
Eran las 8 de la noche y salía de un gimnasio ubicado en la zona de Las Ánimas, cuando un sujeto de entre 35 y 40 años la tomó por la fuerza y la llevó a un terreno baldío donde intentó abusar sexualmente de ella.
“Fueron los momentos más difíciles de toda mi vida, vi mi vida pasar, el tipo éste me dijo que me quería matar, que me quería violar, que no dijera nada, que me callara, pero yo creo que mi instinto de supervivencia fue más fuerte que él”, relató la joven.
Irlanda, de 22 años, es originaria de Tixtla, Guerrero, pero desde 2014 radica en Puebla, donde estudia la licenciatura en Ciencias Políticas en la Universidad Iberoamericana. Cuando su agresor intentó someterla ella concentró todas sus fuerzas para liberarse, lo que provocó el enojo de su atacante, quien como último recurso le golpeó en dos ocasiones la cabeza con un ladrillo.
La falta de alumbrado público y que la zona no estuviera concurrida convirtieron el lugar en el escenario perfecto para su agresor. Recuerda que peleó contra su atacante durante casi 15 minutos. Primero la llevó a un lote baldío donde hizo un primer intento por violarla. Ella no dejó de patear y gritar. Ante la resistencia, el sujeto la tomó del cabello y la arrastró a otro lugar, donde la golpeó en repetidas ocasiones en diferentes partes del cuerpo, aunque las lesiones más graves las sufrió en la cabeza.
“Estaba encima de mi intentando violarme, pero cada que trataba de tocarme yo me defendía como podía. Entonces él agarró un ladrillo y me pegó en la cara, me hizo dos heridas en la cabeza y en ese momento, cuando me estaba atacando, logré morderle un brazo y fue cuando me soltó. Yo creo que se espantó al verme ensangrentada, salió corriendo y fue cuando pude huir”, explicó.
La joven universitaria logró llegar a la casa de una amiga a quien pidió ayuda. De inmediato fue trasladada a un hospital para recibir atención médica y se informó a sus padres de lo sucedido.
Meses atrás, Irlanda estudió el problema de feminicidios que se registra en Puebla. Conoció de fondo el caso de una menor que fue asesinada, incluso tuvo comunicación con la madre de la víctima.
“Una maestra nos pidió investigar un problema social y con otras dos compañeras decidimos que serían los feminicidios. Qué ironía, yo estuve investigando un feminicidio, y a los pocos meses estuve a punto de ser una más”, recuerda la joven universitaria.
Irlanda está consciente de que es una sobreviviente y, por ello, asegura que alzará la voz por todas las mujeres que han sido víctimas de violaciones sexuales o feminicidios. También se niega a renunciar a sus estudios. Pese al ataque que sufrió, regresará a Puebla para concluir su licenciatura.
“Yo creo que sí, no me daré por vencida, ya me falta un año para acabar, ni modo que tire cuatro años a la basura por algo así. Sí voy a regresar, más fuerte y pues voy a alzar la voz por todas esas mujeres que están muertas y por las mujeres a las que les pasó lo mismo y no se decidieron a hablar”, dice.
Pese a las lesiones en su cuerpo y rostro Irlanda no deja de sonreír. Su caminar es lento pero habla fuerte y claro. No tiene conocimientos en artes marciales. Le bastaron sus ganas de seguir viva para no dejar de luchar contra un sujeto de casi 1.70 de altura. Su cuerpo resistió los golpes, lo mismo que su voluntad.
Cuando se recupere y pueda regresar a Puebla, presentará una denuncia ante las autoridades ministeriales por intento de violación y asesinato. Asegura que luchará para que lo que le ocurrió no se vuelva a repetir con otra mujer.
Antes de despedirse, Irlanda lanzó una súplica a la sociedad en general: dejar de responsabilizar a las mujeres de las agresiones que sufren. Que no se les juzgue por salir solas o en la noche. Que la ropa que utilizan no sirva para justificar a los agresores. Que los prejuicios no estén por encima de los derechos de las mujeres. Que no se les revictimice.
“Yo no tengo la culpa de lo que me pasó, ninguna mujer debería sentir eso”, asegura con firmeza.