Alejandro Mendoza

A lo largo de la existencia del ser humano, va creando en su conciencia, si es que la llega a tener, de lo que puede ser bueno hacer, o al menos así se le hace creer. No hay duda que cada creencia se conceptualiza en una sola palabra: Fe.
Ahora bien, cuando se hable de fe, regularmente viene a la mente el tema de la religión; sin embargo, debe tenerse claridad que no es un valor exclusivo de la religiosidad.
En cada proceso difícil de la vida hay quienes refieren que salir adelante implica un asunto de fe, es decir, de creer que es posible superar cualquier adversidad, independientemente de la religión que se profese o no.
La fe en un motor de empuje adherido al ser humano. Se tiene fe en un negocio, se tiene fe en las personas, se tiene fe en los médicos, se tiene fe en las marcas, se tiene fe en los medicamente, se tiene fe en los conocimientos, se tiene fe en la profesión, se tiene fe en el universo, se tiene fe en diversas cosas y objetos.
Desde luego que la fe es un valor que toda persona posee a pesar de quienes dicen ser escépticos en el tema. Hay quienes fundamentan sus creencias en los que creen, en su mente, en su preparación, en sus habilidades, en su propia persona.
Por tal motivo la fe no es un asunto exclusivo de debate religioso, sino de la ausencia de ella en la actualidad de miles de personas que no observan un futuro esperanzador a corto plazo por diferentes razones y factores justificados o no.
Los no creyentes mencionan que no hay fe, sino que todo es producto de la mente; en esas aseveraciones demuestran que creen en algo, y mantienen una fe ligada a que, lo que ellos creen, es verdad.
Se entiende que la fe es la creencia en algo sin necesidad de que esté confirmado por la experiencia o por la razón propia.
No obstante, todos podemos creer en algo, o en alguien; por ejemplo, en las relaciones de pareja, en donde deciden unirse —llámesele noviazgo, pareja formal, matrimonio, etc.— nace en ambos una fe del uno al otro, o sólo de uno porque está la existencia del amor.
Sin embargo, existen cosas o circunstancias que “creemos” que van a cambiar. No obstante, a eso no siempre se le podría llamar fe, es quizá, producto de un capricho personal o de la ignorancia que pudiéramos poseer con respecto a algo o a alguien.
Ricardo Chichester decía en una de sus oraciones “danos la fuerza de aceptar lo que no podemos cambiar, el valor para cambiar lo que podemos y la sabiduría para saber la diferencia”.
La disyuntiva de todo esto, de la fe como valor, no radica en lo que creemos porque cada quien es libre de creer en lo que sea, aunque sólo hay una verdad, sino en saber la diferencia de lo real y lo fantasioso.
Y es que es muy cierta una frase bien conocida “la fe mueve montañas”, una fe real que va ligada a la confianza, primero en nosotros mismos y posteriormente en los demás, es tan poderosa que puede hacerse realidad.
Y cuando se cree en Dios, es otra cosa, para muchos todo es posible, y yo creo en esto.
Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.
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