* Obispo Rangel “felicitó” al Ejército

* Pidió “pactos”, ahora “son cómplices”

* “El Royer”: ¿cinismo o desafío a la ley?

 

Jorge VALDEEZ REYCEN

 

La víspera del Día del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, el obispo de la Diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza envió una “cordialísima” felicitación a las fuerzas armadas: “son una mera decoración”, les dijo, con todas sus letras, en plena lucha cruel y sangrienta contra bandas del crimen organizado.

El prelado ha caído en contradicciones sorpresivas como graves. Recuerde el lector que el año pasado propuso a las autoridades sentarse en la mesa y “pactar” con bandas criminales de narcotraficantes. Nadie le respondió, porque de suyo era una provocación desprovista de malicia, como ignorante del marco legal existente.

Empero, ahora se desdice de lo que hace unos meses sugirió candorosamente y acusó –sin pruebas, ni aportar nombres— que “hay una red de complicidades” entre políticos y narcos.

Rangel Mendoza ha quedado como cabeza del sector eclesiástico tras la partida a Morelia, Michoacán, de Carlos Garfias Merlos, Arzobispo de aquella plaza. Y, de manera inopinada, propinó un duro golpe mediático a las fuerzas militares, al decirles que forman parte de la utilería y tramoya de la guerra contra el narco.

Pero no quedó allí, criticó a los políticos que son autoridades de tener “red de complicidades” con criminales y, por ello, no los atacan como debería ser. ¡Nombres, señor Obispo! Y si tiene información valiosa, comprometedora, llame al 089 de denuncia anónima o preséntese como ciudadano de gran valor cívico ante la PGR y diga qué alcalde, diputado o funcionario es cómplice de criminales. Excepto Saúl Beltrán Orozco, que está en vías de despojarlo del fuero de impunidad el Congreso local.

Ya que hablamos de impunidad y esas cosas, el exgobernador Rogelio Ortega Martínez desafió hasta al más pintado de la Auditoría Superior de la Federación y, de paso, a sus malquerientes, críticos y los que le han endilgado toda suerte de tropelías, bribonadas, saqueos, actos de corrupción, desvío de recursos, subejercicios presupuestales y hasta venta de patentes notariales.

Barbón, con más peso –estaba quedando en los huesos al partir por la puerta de emergencias, ante el incendio del Estado, dejado en octubre del 2015—, pero entrón y decidido a defenderse, “El Royer” –así le dicen los universitarios, que son sus cuates— espetó que ni se ha ido a esconder, ni anda huyendo como los exgobernadores de Veracruz, Quintana Roo o Chihuahua.

No sé, a ciencia cierta, si estamos frente a un cínico o un héroe. Ni sabemos si fue exonerado por la ASF, el SAT, Hacienda, Contraloría del Estado, AGE o perdonado por su sucesor Héctor Astudillo Flores, en un acto que tuviera la connotación a la acción de Don Leonardo Bravo el llamado “Héroe del Perdón”, que indultó a soldados leales al virrey cuando iban a ser pasados por las armas.

Lo que sí es real, es que Ortega Martínez no ha sido molestado, citado, llamado, ni exigido a que comparezca ante autoridad que lo reclame por supuestos actos infames, canallas, falaces. (Nótese lo indignado en el uso del lenguaje).

Aquí mismo, reprodujimos lo que Héctor Apreza Patrón, secretario de Finanzas y Administración, enlistó en varios miles de millones de pesos el quebranto presupuestal, financiero, que dejó en bancarrota y sin liquidez al gobierno entrante de Astudillo. Aquí mismo, se documentaron malversaciones, nóminas triples, liquidaciones millonarias de funcionarios, pago de amantes con cargo al erario, el saqueo de Casa Guerrero para dizque convertirlo en museo, hasta el frustrado robo de los venados… y ahora un video-wall de medio melón de pesos fantasmal, etéreo, inexistente que alguien tiene, pero no va a decirlo. Je je je je je.

Rogelio Ortega Martínez es víctima de su propio instinto. Fue victimario de la verdad, al coludirse con la mentira. Luce un traje a la medida del cinismo y la egolatría, igual que aquellos que padecen como mal crónico su mesianismo y estulticia.

Su caso, emblema quizá del antecedente nefando al preludio de la Ley Anticorrupción que se cocina en el Congreso del Estado, es consecuencia de la pérdida de credibilidad, confianza y seguridad en las instituciones de muchos ciudadanos, como usted y yo, que fuimos vejados por él. Perdonarlo, exonerarlo, es otorgar impunidad a otros como Evodio, Marco, Saúl, y los que usted quiera.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.