Alejandro Mendoza

 

Toda aquella persona que preste atención a todos los acontecimientos que la humanidad atraviesa, ya sean que sucedan en su propia tierra, o en el extranjero, sabe que la sociedad, en su conjunto, se halla envuelta en una violenta agitación de proporciones jamás observadas.

Enfrentamos desafíos locales como ciudad, estado, país y a nivel global para los cuales no se halla solución para un corte, mediano y largo plazo. La desesperanza y la falta de fe en las personas ensombrecen el panorama a futuro.

Como ejemplo se puede decir que las Naciones Unidas fueron creadas luego de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, con el propósito de prevenir futuras guerras. Sin embargo, y con más de 70 años de existencia, ha habido más guerras que las registradas en toda la historia de la humanidad.

De esta manera, han fracasado aún nuestros mejores intentos para prevenir la muerte de más seres humanos.

Aún peor, los escándalos de corrupción de este este organismo en años recientes, ejemplifica lo mismo que ocurre con los gobiernos de la mayoría de los países de mundo, pero que en México se ha profundizado como una práctica común de quienes gobiernan el territorio mexicano sean gobernadores, presidentes municipales, senadores, diputados federales y locales o funcionarios públicos.

Tales conductas han revelado que han puesto como prioridad su propio afán de riquezas y poder en lugar del bien común, y se han convertido en parte del problema a resolver y no en instrumentos de solución, o lo que es peor han obstaculizado los objetivos que debieran de alcanzar de bienestar colectivo.

Por otro lado, ya sea que solo consideremos lo que acontece en el ámbito que nos rodea porque nos afecta directamente, o lo que sucede alrededor del mundo cada día como el asunto de las políticas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, las reflexiones inmediatas son las siguientes:

¿Cómo evitaremos el sentimiento de frustración, de desánimo, y de temor? ¿Quién de nosotros se despierta por la mañana, lee las noticias o escucha informes por radio, o ve información en la televisión o redes sociales, e inmediatamente no siente una desesperanza o se siente abatido?

Todos buscamos, soñamos, esperamos y rogamos por un mundo mejor, ¿no es así? Imagina cómo sería un día sí, al levantarnos por la mañana, descubrimos que ya no existen las guerras, los genocidios, la violencia, la corrupción, el terrorismo, la pobreza, la hambruna. Por desgracia, las verdaderas buenas noticias son un producto cada vez más inusual en nuestro mundo actual.

Extrañamente, la causa principal de nuestros problemas es aquello que se suponía que traería la solución: los gobernantes.

La gran mayoría de ellos se encuentra alejado de su pueblo, desconoce la realidad de la sociedad que gobiernan, es insensible a las necesidades de las familias. Inmersos en sus tareas administrativas diarias y giras de trabajo se extravían de la verdadera función de ejecutar acciones de gobierno acordes a las reales necesidades de la sociedad.

Producto de la telaraña de intereses que debe atender y cumplir, el gobernar, como debería hacerse, en beneficio de los ciudadanos, ya no es posible y a veces ya ni siquiera interesa. Se debe atender la complicidad de intereses ajenos a los intereses del pueblo.

De hecho, pareciera al fin, que a muchos gobernantes es lo único que les interesa. Y el resultado está a la vista.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.

almepa10@yahoo.com.mx