Entre gemidos, maullidos y rugidos

 

Por Felipe Victoria Zepeda
La hipnosis colectiva no es demasiado perdurable y fácilmente salen del trance aquellos a quienes se las aplicaron.

Los distractores nacionales de opinión que manipulan a las masas para hablar de lo mismo en todas partes durante días, también pierden vigencia y eficacia. “Trump el monstruo” como que ya comenzó a provocar bostezos por más que a algunos aristócratas de la burocracia  les perturbe el sueño.

En realidad, aunque al pueblo de a pie sí le afectan todas las ocurrencias del vecino incómodo del norte, a los que pone en situación de terror es a los “Bad Hombres”, que no son los propiamente dichos delincuentes organizados y ocasionales, sino más bien la caterva de venales servidores públicos que los protegen y apadrinan.

¿Cuántos diputados locales de los estados o federales y senadores no están hasta el cogote comprometidos con grupos delincuenciales? Fácil sospecharlo, pero casi imposible demostrarlo, por más que esos nexos sean del dominio público.

En Guerrero por ejemplo, son más de una decena de “cartelitos” los que se disputan a sangre y fuego el predominio en rutas, plazas y regiones, pero como aquí se investiga a velocidad de tortugas ciegas y además sordas, los “BAD HOMBRES” conservan la confianza de evadir la acción de la justicia, las leyes solo son aplicables a los jodidos sin amigos influyentes ni compadres pudientes.

Para más, el miedo a desatar el efecto dominó paraliza toda acción profiláctica y las cajitas de Pandora son celosamente custodiadas desde todos los flancos, cuando se producen escándalos son  sofocados bien prontito y a otra cosa mariposa.

¿Ya se fijaron cuanto bajó de intensidad el chismesote de los vándalos normalistas de la escuela de Ayotzinapa escarmentados y desaparecidos en Iguala desde septiembre del 2014, con los padres de esos famosos 43 que se volvieron muy viajeros?

¿Alguien se preocupa por motivar a Inteligencia Financiera de Hacienda para investigar los patrimonios de los manejadores de Tlachinollan en relación a los apoyos millonarios que reciben de fundaciones extranjeras para patrocinar el activismo?

¿En qué van las pesquisas contables de la Contraloría estatal respecto a los desfalcos achacados al exgobernador interino Rogelio Salvador Ortega Martínez?

Claro, como surgieron nombres de varios exgobernadores de otros estados como los dos Duarte, Padrés, Borge y ahora brota el del panista de Puebla, Moreno Valle, y el del oaxaqueño Gabino Cué Monteagudo, ni quien pele ya al exguerrillero académico voraz con su enorme camarilla de beneficiados de la UAGro, que siguen disfrutado de impunidad en el saqueo final tan comentado y denunciado a tiempo por Héctor Apreza Patrón.

¿Cuándo terminará pues la gran feria del topillo en México, que sirve a extranjeros bien informados como Donald Trump para revolcar a funcionarios como Luis Videgaray y presionar a nuestro presidente Enrique Peña Nieto?

En este país la sagrada tradición del encubrimiento se robustece con el contubernio y la cadena de complicidades, rarísimo es el que la emprende contra antecesores en el cargo, como Yunes el que     gobierna ahorita Veracruz.

De todos modos a los que se les cae el teatrito les avisan a tiempo para que se desaparezcan y sus abogados manipulen las            indagaciones hasta que se llegue a negociaciones oscuritas compartiendo grandes botines; todos los grandes ladrones saben que el que no comparte se empacha y se indigesta, y los que están en el poder conocen bien de hacer ahorritos para cuando la suerte les cambie y queden en calidad de desempleados de la política.

Los del pueblo se conforman con los rumores de cafetería y cantina destrozando prestigios hasta con invenciones de mala leche; los de plano muy jodidos se nivelan subcontratándose de manifestantes por una lanita, la torta y el refresquito. Esa es la cruel caricatura del patio trasero del país del Tío Sam, ahora en manos de un obsesionado de crear conflictos al que no le interesa la buena vecindad.

Con ese negro panorama poca es la paz que se pudiera lograr, porque no existe el antecedente del orden y menos de la disciplina ni los valores.

Las fuerzas armadas dan la impresión de querer botar el arpa, antes que tener que decidirse a romper con la lealtad y sumisión tradicional al Comandante Supremo, al que cualquier mal amanecer pudieran llegar a la repetirle la historia de cuando le dieron chance al dictador Porfirio Díaz de irse del país como exiliado para salvar su vida y patrimonio.

La calma chicha que duró bastante en México, chacoaleando las instituciones en la corrupción tolerada y disimulada; la vino a romper brutalmente Donald Trump, amenazando con una intervención militar para darle una limpiadita al cochinero del patio trasero, lo quiera o no nuestro presidente.

Desunidos e intrigosos por idiosincrasia, los mexicanos no atinamos en torno a qué unirnos para poner soluciones inmediatas, sin más planes y proyectos peregrinos que jamás funcionan ni resultan; no hay tampoco líderes ni caudillos confiables ni creíbles a quienes seguir. Se antoja que estamos navegando a la deriva y naufragando, como débiles víctimas anticipadas de potencias extranjeras que codician lo que nos queda o si acaso lo comprarán de remate.

¿Quién nos podrá ayudar a defendernos?