Alejandro Mendoza

 

El problema en sí no son los partidos políticos, sino la praxis (práctica) política ejercida por los dirigentes de cada uno de ellos, al no resistir la inercia del descrédito y desconfianza resultado de los acuerdos cupulares en beneficio personal o de grupo.

Cada partido político cuenta con lineamientos, declaración de principios, normas y estatutos, objetivos, legalmente constituidos, que de cumplirse, estaríamos definitivamente viviendo condiciones políticas, sociales, económicas y culturales totalmente distintas.

En las últimas tres décadas los partidos políticos fueron imponiendo la llamada partidocracia.

El Pacto por México que firmó al inició de su administración el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto con dirigentes de los partidos políticos que lo hicieron, representa en todo el sentido de la palabra, la mutilación de la defensa de los intereses del pueblo mexicano.

Hoy, la realidad social, económica y política que vive el país, no da el menor espacio a la duda de las terribles consecuencias por las decisiones que han tomado algunos de los dirigentes de partidos políticos privilegiando toda clase de beneficios, prebendas, dádivas, dinero, poder, a cambio del sacrificio del bienestar de la ciudadanía.

Razón primordial por la que los partidos políticos representados por sus dirigentes han profundizado el descredito y el desinterés de la mayoría de los ciudadanos en una participación política partidista activa.  Siempre y llanamente no creen en los partidos políticos y sus dirigentes.

Ahora bien, en México aún prevalece el sistema de partidos para la elección de sus gobernantes y representantes populares. Por tal motivo a los partidos políticos les conviene conservar su voto duro y sumar simpatizantes y militantes lo más que se pueda, como se pueda. No importa recurrir a toda clase de prácticas políticas viciadas y antidemocráticas con tal de tener o estar dentro del control político del partido al momento de decidir a los dirigentes y candidatos a los diferentes cargos populares.

En este contexto, las elecciones internas en la mayoría de las ocasiones corrompen a la misma militancia. Desde ese momento la práctica política dejó ser un verdadero instrumento para utilizar en la dignificación del ejercicio del poder, del gobierno, de la administración pública, de la representación popular.

Pero la corrupción política en la praxis política tiene su nacimiento en las ideas de la persona que pretende ejercitarse en la vida política partidaria. Sus ideas dan origen a su pensamiento y su pensamiento da origen a sus acciones y sus acciones dan origen a su práctica política.

Por tal razón los partidos políticos podrían, en un escenario optimista, a pesar de la realidad imperante, convertirse en instrumentos útiles con respuestas adecuadas a la gran necesidad de la sociedad. Depende en gran medida del calibre moral, ético y compromiso que tenga el liderazgo, es decir, el líder, el que lidera el destino del partido político, que no es lo mismo un dirigente.

Es por ello que en este contexto hay dos figuras que sobresalen como parte de la situación política actual (más allá del mera cuestión electoral): la figura de Andrés Manuel López Obrador, con su Movimiento de Reconstrucción Nacional (Morena), ahora convertido en partido político; y la figura del candidato independiente, con su deslindamiento de los partidos políticos.

Los partidos políticos servirían en el mejor de los propósitos para organizar y motivar a las personas a participar en la política con el fin de mejorar las condiciones de vida de las familias de un país, de un estado o de una ciudad. Pero la verdad es que sus dirigentes prefirieron hundirlos en el fangoso pantano del descrédito político y ciudadano.

Los errores fueron míos, los aciertos de Dios, sonría, sonría y sea feliz.

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