Jorge VALDEZ REYCEN

 

  • “Los Misteriosos” policías comunitarios
  • Cacería por aire y tierra del “Tequilero”
  • Saúl Beltrán, ¿jefe de “Los Tequileros”?

 

Con ironía, el gobernador Héctor Astudillo Flores definió el origen “misterioso” de sedicentes policías comunitarios, asociados con transportistas y taxistas que volvieron a desafiar a las autoridades con un bloqueo carretero de la vía federal Chilpancingo-Acapulco, con la exigencia tan sorprendente como incomprensible: la salida inmediata del Ejército y la Policía Estatal de localidades donde ha recrudecido la violencia y crímenes.

¡Para Ripley! Este dato, revelador, pero además hasta incauto y lleno de candor, exhibe ya sin máscaras ni capuchas a quienes estarían haciendo el trabajo “civil” de presionar a las autoridades de replegar a las fuerzas del orden de “sus territorios”, pero además ¡les hicieron caso!

La queja principal –adujeron los bloqueadores— son los abusos en revisiones que hacen personal militar y policías. ¿Pues qué querían? ¡Flores y gladiolas cuando hubo seis ejecutados inmisericordemente sin saber por qué! Pero además, las acusaciones que detrás de la masacre de Chacotla estaría la pugna entre FUSDEG y UPOEG, convertidos en presuntos brazos armados de bandas criminales.

Astudillo desliza con sarcasmo lo que en el Valle de Mochitlán es un chismerío, como reguero de pólvora, pero que todos susurran y callan. ¿Quién arma a los comunitarios? ¿Con qué dinero les pagan sus comidas y sueldos? ¿Quién? Ni Bruno Plácido Valerio ha sido tan claro en precisar de dónde obtiene fondos para armar a su UPOEG, de la que sí se ufana que tiene más de 5 mil elementos. Esos son los “misterios” de las autodefensas o comunitarios.

La cacería humana contra de Raybel Jacobo de Almonte, alias “El Tequilero”, sobre de quien pesan acusaciones directas y órdenes de aprehensión por una docena de homicidios y una veintena de secuestros agravados con violencia, en los municipios de San Miguel Totolapan, Arcelia y Ajuchitlán del Progreso, ha comenzado a dar resultados con la captura de cuatro integrantes de la banda.

“El Cocón”, “El As de la Sierra”, “El Mole” y “La Chona” son los personajes mejor conocidos por sus motes que ya están en una prisión de mediana seguridad.

Lo sorprendente de esta cacería humana contra “El Tequilero” es que hubo resistencia de personas civiles que enfrentaron a garrotazos, machetes, piedras y bombas molotov a militares y policías de nueve unidades policiales en San Antonio la Gavia. Una patrulla quedó destruida y calcinada.

“Arropado” por la sociedad civil que defiende a “Los Tequileros” a sangre y fuego, es lo sorprendente de un despacho de la agencia de noticias (Notymas). ¡Para Ripley! Los criminales usan escudos humanos, como en la guerra de Irak o Siria. Esa es la sorprendente como increíble verdad.

Mientras tanto, en el altiplano de la Ciudad de los Servicios, donde confluyen los Poderes Legislativo, Judicial y Ejecutivo, el rostro azorado, perplejo, con la mirada perdida en un punto inexistente, de Saúl Beltrán Orozco, queda congelado en la imagen televisiva cuando le notifica una ayudante que ya inició el juicio de desafuero en su contra.

A Saúl ya lo ubican como el próximo fugitivo de la justicia guerrerense.

Los dislates de una Fiscalía titubeante, le han dado días enteros con sus noches para huir, correr, escapar al personaje que Catalino Duarte Ortuño define como el verdadero “jefe” de Los Tequileros.

Historias inverosímiles, sorprendentes, que explican el fenómeno de la narcoviolencia y sus imbricados nexos.

Nos leemos… SIN MEDIAS TINTAS.