* El señor de los caballos

* Chinacos

 

Isaías Alanís

 

El caballo representó en América el poder, el animal de fuerza y un arma de guerra y en tiempo de paz de lucimiento. No soy experto en caballos, pero haber escrito un libro, “El caballo zapatista”, me obligó a adentrarme en el mundo de los rocines.

Un médico equino español que vino a México contratado por Pedro Domecq cuando se comenzó la cría de cuacos en México hasta lograr el caballo azteca, que es una línea de sangres, asombrado declaró profético: “los caballos más caros de España los tienen los mexicanos porque son los únicos que los pueden pagar…”. Esta aseveración la hizo a principios de los setentas.

Durante la época de la colonia, los habitantes de pueblos originarios no podían tener caballos. Los mestizos libres al inicio del virreinato tenían el derecho de montar en caballos, y poseerlo no estaba permitido.

El segundo virrey de la Nueva España, Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón, entre 1550-1564, otorgó permiso para que los mestizos trabajadores de la Hacienda de San Javier, en Hidalgo, pudiesen montar caballo con silla, freno y espuelas. Así fue como el uso permitido del caballo se fue extendiendo entre los mestizos que trabajaban en otras haciendas dando origen a los famosos chinacos. A finales del virreinato los chinacos ya poseían caballos, fueron hábiles jinetes y extraordinarios soldados que pelearon por la independencia, reforma y revolución.

Nadie mejor que los chinacos para trabajar el ganado y la guerrilla. Hay nombres, ecos de nombres y hazañas que sobreviven en sagas, corridos y relatos como: Albino García, “los Pachones”, “El Manco de Celaya”, los hermanos Villagrán de Nopala, Crescencio Morales, Nicolás Romero, Luis Robredo, Félix Bernal, Francisco Serrato, Donaciano Ojeda, Luis Carrillo, Lino Basurto y generales de postín en el ejército profesional que fueron “cuerudos” en sus años mozos, como Anastasio Torrejón, Julián Juvera, Esteban Moctezuma, Juan Álvarez, Iturbide, Miñón, el cubano Parrodi, Vicente Canalizo; los Frontera, Vizcaíno, Francisco Ayala y Agustín Lorenzo.

Recientemente, el caballo se ha puesto de moda. Antonio Aguilar creo un espectáculo artístico ecuestre con su familia, cantaban montados en bellos corceles. Joan Sebastian, lo retomó. Y la moda por los caballos corrió a todo galope. Al igual que en la época de Pedro Domecq, mexicanos como Padrés han convertido a los caballos en una obsesión de poder. Mientras hay déficit hospitalario en casi todas las entidades del país, Padrés montó un hospital de alta tecnología con médicos extranjeros y una sala de maternidad equina. Si esto no es una ofensa para los mexicanos y una vergüenza, entonces ¿qué es? Políticos de esa talla han perdido toda proporción. Padrés es un ejemplo terrorífico:

“A través de una empresa fantasma adquirió 450 caballos en el extranjero y los había introducido de contrabando a México. Guillermo Padrés fue bautizado por Elías Serrano como ‘El señor de los caballos’, no enfrenta solo este presunto delito que asciende a siete millones de dólares, sino que involucra a personas en su entorno más cercano. Bella Aurora Valenzuela, esposa de Luis Sierra Jr., cercano al hermano del exgobernador, Miguel Padrés, e hijo del poderoso líder de la Unión Regional Ganadera de Sonora, Luis Sierra Maldonado. La señora Valenzuela figura en la documentación que tiene la Fiscalía como agente importadora de caballos, con dirección en el número 26481 de Ethanac Road, en Sun City, que pertenece al condado de Riverside, en el sur de California. (NOPASANADAperiodismodigitaldeSonora).

Sobre este y miles de casos, me da weva escribir la palabra corrupción. Otro ejemplo es el circo montado por el aparato mediático del estado sobre Tomás Yarrington, exgobernador de Tamaulipas, y por el cual se ofrece una recompensa para igualar los cartones con el panista Padrés. ¿Por qué hasta hoy, si su expediente tiene cuando menos diez años de estar resguardado?

Duarte de Ochoa se evaporó de México pese a haber sido detenido un “cercano” con pasaportes falsos para él y su esposa, siguiendo los pasos de Raúl Salinas de Gortari que contaba con tres pasaportes con identidades diferentes.

Y como la caballada que gobierna está flaca y con hechos de corrupción comprobada, la amenaza de Trump de modificar el Tratado de Libre Comercio, pagar el muro y expulsar más indocumentados mexicanos y con cuerpos paramilitares a la caza de migrantes con armas de alto poder, exaltación del racismo, homofobia y violencia;

sin crecimiento de la economía, que será entre 1.5 y 2.5 por ciento, contra 2 o 3 por ciento que se había estimado, y el nacionalismo lanzado al despeñadero.

A esta sumatoria desesperanzadora, se adiciona que las fuerzas armadas se convertirán en policías. Remember la “guerra sucia”. Así lo expresó el rector de la Ibero; “las fuerzas armadas no están capacitadas para realizar labores policiacas de seguridad interna, sino para combatir a un enemigo. Dar categoría de enemigo a alguien de la sociedad es grave y peligroso. En la lucha contra el narcotráfico, soldados y marinos han cometido excesos, crímenes atroces, y no debería correrse el riesgo de que los sigan cometiendo”. (La Jornada/25/nov/16). ¿Quién asaltó la oficina de Carmen Aristegui llevándose solo una computadora con información sobre investigaciones especiales?

¿En qué van a parar los delitos de caballos, casas, ranchos, tintorerías, autos de lujo y el robo en despoblado a la nación?

Si el ‘Señor de los caballos’ sale librado por componendas políticas, ¿que historia le vamos a contar a nuestros hijos?

Corceles como frisones, hannoverianos y árabes, son predilectos de los barones de la droga y políticos. Los primeros lo pagan con su dinero. Los segundos con el erario. El gusto por el caballo, como dice un campesino de Tepalcingo, Morelos, “nos debe de costar a nosotros, no al pueblo”.

Cientos de miles de caballos pura sangre circulan en el mercado mexicano.

En Guerrero, existe una gran afición por el caballo. Los dueños de equinos pura sangre adquiridos con dinero público que pongan sus barbas a remojar y dejen de repetir el viejo refrán: “Ahora que tengo potro, pongo la vista en otro”.